martes, 29 de enero de 2019

Al Final de la Escalera (1980)


Título Original: The Changeling

Género: Terror

Director: Peter Medak

Intérpretes: George C. Scott, Trish Van Devere, Melvyn Douglas, John Colicos.

Nacionalidad: Canadiense.



Impresiones

Verano del 92. En pleno estío post olímpico, y a mis impresionables once años, vi por televisión esta película. Recuerdo que me costó dormir algo más de la cuenta, y aun así sentir una extraña fascinación por ella; acaso ese sea el resumen de mi relación con el género de terror, sin duda uno de mis predilectos. Ahora, a día de hoy, “Al Final de la Escalera” es una de mis películas de terror favoritas. Reflexionando sobre mis filias, muchas de mis películas favoritas del género podrían catalogarse también de “dramas siniestros”. Es decir, una peripecia vital trágica o atosigante que agobia a una personas o personas por las que tenemos empatía.


Hay, por ejemplo, varias películas famosas de terror que no dejan de ser dramas familiares. Por ejemplo; “La Semilla del Diablo” (1968) es la historia de una mujer embarazada tratando de proteger a su hijo nonato de las garras de un aquelarre de pirados; “El Exorcista” (1973) nos habla de una familia que se va al cuerno cuando la pequeña de la casa empieza a sufrir una aterradora transformación, viéndose afectada no solo la madre sino también un traumado sacerdote. Por supuesto hay otras características del cine de terror que me atraen, por ejemplo las que poseen un caudal simbológico (como muestra, la  del bien contra el mal) y conectan con nuestros miedos más íntimos; las que juegan con la psique.



Basta de digresiones. “Al Final de la Escalera” penetra en el espectador porque al componente aterrador hay que unirle una notoria carga de melancolía. El protagonista, un gran George C. Scott, lleva con él la sombra de una tragedia, una carga difícil de asumir; lleva con con él sus propios fantasmas, hasta que acaba topando con algo que responde a su dolor. La película, por otra parte, nos muestra el concepto de fantasma no solo desde su perspectiva ominosa o amenazante, sino como una entidad demandante de justicia, torturada; como una víctima que a veces se ve impelida a provocar terror o el desasosiego. Guillermo del Toro en “El Espinazo del Diablo” (2001) nos da una definición alegórica similar, aunque el argumento no tenga nada que ver.



Al igual que en “El Resplandor, otra magistral película de  terror del año 1980, no hay sustos de garrafón, ni música de cuerda a todo volumen, ni efectismo de pitiminí. Lo terrorífico tiene que ver con la atmósfera, con el misterio puro y duro, con la indefensión de una persona ante unos hechos de envergadura desconocida. “Al Final de la Escaleta” juega con sapiencia algunas bazas de películas de casas encantadas anteriores y las muestra frescas y remozadas; incluso se permite añadir algún truco nuevo. Como curiosidad, es una de las películas de terror favoritas de Alejandro Amenábar, que incluso en “Los Otros” realiza un claro guiño a “Al Final de la Escalera”.



George C. Scott interpreta a John, un compositor que pierde a su mujer y a su hijo de forma trágica en un accidente. Como su casa está llena de recuerdos, decide mudarse a una fastuosa mansión en Seattle (lo de casoplón últimamente está muy manido). En la nueva residencia empezará a notar una extraña presencia que quiere comunicarse con él.



Análisis

Dirección: Qué curioso que Peter Medak no haya dado muchas más muestras de su talento como director. Sin duda, “Al Final de la Escalera” es su obra más  conocida. Más allá de ello sus películas más destacadas podrían ser “La Clase Dirigente” (1972), un delirio de comedia con Peter O’toole, o “Doble Juego” (1993) con un buen Gary Oldman. En televisión también ha sido asiduo de vez en cuando. En “Al Final de la Escalera” dota a la película de un ritmo paciente, que va calando poco a poco, sin prisas, hasta que sin darnos cuenta estamos enmarañados en una red de miedo. Es una película sobria, sin muchos colorantes o conservantes, pero que aun así no está ayuna de una considerable competencia técnica. Véanse algunos movimientos de cámara o algunos majestuosos travelling dentro de la casa.

Intérpretes: A destacar la extraordinaria actuación de George C. Scott (Oscar por “Patton” en 1970, por ejemplo”) encarnando a un otoñal músico que ha perdida trágicamente a su familia. Qué meritoria es la composición de ese hombre gris, que lleva su pena con dolor pero con cierto sosiego, sin ademanes melodramáticos. La naturalidad del personaje en una película de terror puede ser un activo, mejor la sobriedad de este personaje que un adolescente gilipollas que toma siempre las peores decisiones para ser devorado por zombis o aliens. Trish Van Devere es la encargada de la transacción de venta y será la compinche de George C. Scott en su adentramiento en lo paranormal. Su papel el decidido y valiente; en algún momento parece atraída por el desdichado músico, pero siempre dentro del marco de la ambigüedad.
Es una agradable sorpresa ver a otro ilustre veterano, Melvyn Douglas, que ya aparecía en el reparto de la primera película que comenté en el blog, la también terrorífica “El Quimérico Inquilino” (1976).

Guion: Inteligente historia que va de menos a más, y una vez que alcanza el clímax sabe administrarlo bien. El único pero podría ser lo exagerada que es en sus minutos finales, donde parece romperse todo el equilibrio que había caracterizado a la historia; nada grave sin embargo. Consigue que el terror sea indivisible a los varios dramas de la historia, consiguiendo una amalgama potente y efectiva. Sustituye los sustos por una tensión creciente y nos impregna de un ambiente viciado, grisáceo, incómodo. 

Factura Técnica: Lógicamente el magnífico uso de la atmósfera se debe en gran medida a la fotografía. Cogiendo una idea del párrafo anterior, la película es una gama de grises. Acorde con el estado de ánimo del protagonista, hay algo frío, desolado. La mansión, de manual, da el repelús de las arquitecturas antiguas. No falta el inquietantemente elegante interior, donde la cámara fluye con mucha suavidad. La música también contribuye a la atmósfera opresiva, luciendo en algunos momentos algunos perturbadores coros.

ZONA SPOILER

-Aunque el terror va siendo progresivo, la primera escena es todo un impacto. Vemos el accidente donde perecen la mujer y el hijo de George C. Scott, para dar paso luego a títulos de crédito. Nos quedamos literalmente helados.

-Un ejemplo de la unión entre drama y terror: la pelota de la hija. Un juguete dolorosamente evocador utilizado para causar, a conciencia, un miedo imbatible. Verla bajar botando por las escaleras es sencillo pero perturbador.

-Cosas que se deslizan como homenaje en “Los Otros” de Amenábar: El nombre del sirviente jardinero en “Los Otros” es señor Tuttle, idéntico nombre al de un personaje de “El Final de la Escalera” con funciones similares. La sesión de ouija/espiritismo es otro elemento prácticamente calcado en  “Los Otros”; se trata de una ceremonia donde lo que oye el médium es apuntado instintivamente en el papel.

-Por cierto, que la sesión de espiritismo es aterradora. Y todavía es más aterradora la escucha de las cintas magnetofónicas, a posteriori, que han grabado la sesión. George C. Scott ha hecho una inesperada psicofonía y puede oír a Jospeh, el niño asesinado en la buhardilla.

-Otra película que ha sido influida por “Al Final de la Escalera” es “Ringu” (1998), la obra maestra del J-Horror. Las respectivas escenas en los pozos son muy parecidas y, en ambos casos, hay dos asesinatos infantiles.

-El elemento fantasmal, a diferencia de otras películas, no es una entidad malvada en sí misma (como por ejemplo ocurre en “Poltergeist” -1982). Es solamente el alma torturada de un niño asesinado por su padre y además suplantado por otro niño. El dolor y el extremo deseo de justicia de Joseph puede, eso sí, desatar una ira paranormal bastante impresionante.

-Y si no, miren lo que le pasa al policía que amenaza George C. Scott. El pequeño Joseph provoca el accidente de coche que acaba con su vida ¿de forma telemática?

-El final es algo excesivo; llamaradas, la silla de ruedas cobrando vida y la casa, en general, viniéndose abajo. El alma de senador va al encuentro de la de Joseph, como si se internara en un infierno. Entre las ruinas sobrevivirá la caja de música, cuyo sonido se mezcla en la última escena con una risa infantil...

Escena Favorita

-La mencionada sesión espiritista. Si junto la escritura demente de la médium, la información que se va relevando sobre el niño, la repetición escalofriante de la palabra “help” y la escucha posterior de las cintas con la voz de Joseph acabo encendiendo las luces a toda leche mientras me castañetean los dientes a la velocidad del rayo.





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