sábado, 14 de julio de 2018

El Quimérico Inquilino (1976)


Título original: “Le Locataire”

Género: Thriller Psicológico, Terror.

Director: Roman Polanski.

Reparto: Roman Polanski, Isabelle Adjani, Melvyn Douglas, Shelley Winters.

Nacionalidad: Francesa.



IMPRESIONES

La marca de agua de las películas de Polanski, en líneas generales, es la capacidad para dejar mal cuerpo a un espectador que, en un mal día, puede acabar tensamente atribulado con algunas obras selectas del director polaco. Tampoco pasa desapercibida su tendencia y su maquiavélica habilidad para lo que podríamos llamar “mal rollo inmobiliario”. En efecto, “Repulsión” (1965), “La Semilla del Diablo (1968) y “El Quimérico Inquilino” basan su potencial atosigante en la claustrofobia que se construye alrededor de una vivienda donde comienza un imbatible y terrorífico descenso a los infiernos. Es, claro está, la que se suele dar en llamar “Trilogía de los Apartamentos”.


Hay algo en estos terrores del Alfred Hitchcock más enrevesado o enfermizo (véase “Vértigo” -1958- o “Psicosis” -1960-) en los que Roman Polanski potencia la decadencia psicológica y se desvía de la truculencia; al contrario de lo que haría  el cine italiano con el giallo, por ejemplo . Y ahí, señoras y señores, está la distinción del terror en Polanski. Es un terror que llama a nuestra puerta disfrazado de vecina con bata de guatiné o de un respetable y digno anciano. Lo normal como elemento perturbador.


En mi caso, esta fue la última película de la “Trilogía de los Apartamentos” que vi y dado que las otras dos me habían parecido excelentes, las referencias eran magníficas y la propuesta me parecía interesante, me afané en intentar encontrarla cuanto antes. Sí; ya sé que existe Amazon y otros medios en Internet para poder agenciarse cualquier película, pero dado que soy una persona casi pretecnológica (a la par que torpe) no tiré mucho hacia ese campo. Afortunadamente tuve la suficiente potra como encontrarla a buen precio en un Vips de la Plaza de los Cubos (cuando aún se podían comprar libros y películas en los Vips) contra todo pronóstico y con inmensa alegría.



Una cosa sobre esta película. En caso de que no la hayan visto y tengan algún tipo de contencioso con sus vecinos, huyan de ella como de la peste. También está seriamente contraindicado su visionado antes de cualquier reunión vecinal de la comunidad. Trelkovski, personaje principal interpretado por el propio Roman Polanski, llega buscando un apartamento para vivir de alquiler en un siniestro bloque de viviendas de París. El primer golpe inquietante que caracteriza al apartamento, es la suerte corrida por la anterior inquilina; Simone Shulz. La señorita Schulz se tiró por la ventana y en el momento en que Trelkovski alquila el apartamento, agoniza en un hospital parisino.

Tras una serie de molestos e inquietantes roces con sus vecinos, Trelkovski se cuestionará si sus vecinos están tratando de “convertirlo” en Simone Shulz y por lo tanto de conducirle al suicidio. La película se toma su tiempo y va fluyendo como una lenta corriente de agua de velocidad progresiva, hasta que un torrente de insania acaba asolando la película, que desembocará en uno de los finales más perturbadores que yo recuerde.



No solo los vecinos del infortunado Trelkovski son la sombra amenazante que se cierne sobre él. Es avasallado prácticamente por cualquier grupo en el que se acaba inmiscuyendo (véase el momento de la fiesta de inauguración de su piso junto con sus compañero de trabajo) De hecho, una de las tesis de la película podría ser la asunción del individuo por el grupo previamente a su anulación de identidad.
Es difícil decir si esta película se disfruta; en realidad es un turbio relato sobre una mente abocada a una locura atroz. Llámenme masoquista pero la insoportable tensión de la película y, sobre todo, la maestría con la que es delineada por Polanski se me antoja como una excelente golosina cinematográfica. Probablemente mi película favorita de Roman Polanski siga siendo “La Semilla del Diablo” (patética “traducción”, por cierto, del título original) pero “El Quimérico Inquilino” nos lleva a algún sitio cercano a un ominoso absurdo donde es ya casi imposible distinguir la realidad de la ficción.

Si no la han visto, al menos háganlo como experiencia. En su momento tuvo unas críticas nefastas, hoy afortunadamente superadas por una crecientemente entusiasta etiqueta de película de culto.

ANÁLISIS

Dirección: Impresiona el dominio del ritmo, comenzando la película con una historia netamente cotidiana para ir introduciendo gradualmente elementos cada vez más perturbadores. Técnicamente hay momentos de gran interés, empezando por el travelling inicial (y otros) por las ventanas del bloque de pisos para “presentar” a los personajes. Roman Polanski ejecuta un trabajo de una elevadísima osadía, poblando el tercio final de la película de pesadillescas referencias sin que la histeria se exacerbe hasta anular la inquietud. Polanski es una punta de lanza de la sugerencia subyugante; es capaz de aterrorizar sin echar mano de, por ejemplo, las evisceraciones propias de la charcutería gore.

Actuaciones: El papel de Trelkovski lo encarna el propio Roman Polanski, siendo la única que en la que el director es el actor principal de sus películas (su papel en “El Baile de los Vampiros” se acerca más al de secundario) Hace un trabajo eficiente en su emulación de persona ingenua y de carácter débil. Quizá en el último tramo haya algo de sobreactuación, pero respondiendo a la idiosincrasia del guion. Los actores secundarios forman un plantel magnífico; muchos de ellos son veteranos de la actuación, significativamente premiados. Melvyn Douglas y Shelley Winters, a modo de ejemplo, tenían una larga carrera que incluía la obtención del premio Óscar. Una jovencísima Isabelle Adjani desprende cierto morbo ingenuo y representa uno de los pocos apoyos de Trelkovski a lo largo de la película; varias de las escenas más peculiares cuentan con su presencia.

Guion: Se trata de una adaptación de una novela de Roland Topor, creador multidisciplinar más bien estrambótico y tarado, que estuvo a punto de ser llevaba en primer término a la pantalla por el británico Jack Clayton (autor de inquietantes joyitas como “Suspense” -1961- o “A las Nueve Cada Noche” -1967-) Finalmente Roman Polanski y su habitual colaborador Gerárd Brach escribieron la adaptación y el cineasta polaco se quedó con el proyecto, para gran cabreo del pobre Jack Clayton. Desde un punto de vista cinematográfico el guion tiene las virtudes del brutal y ambiguo contraste entre lo real y lo ilusorio, dejándonos extrañados sobre  la naturaleza de los estamos viendo. A veces parece una historia completamente kafkiana donde un sujeto inocente parece ser víctima de una conspiración infinita. El descenso a los infiernos de la segunda mitad de la película es puro Polanski en su vertiente más desatada. Imaginen una mezcla de travestismo, retretes, egiptología, simbología dental, y… cristales rotos.

Factura técnica: La fotografía es deliberadamente sórdida y oscura, con grandes elementos de feísmo. La apariencia del apartamento es deplorable (uno piensa por qué rayos Trelkovski acepta quedarse a vivir ahí) y el París que se muestra está muy alejado de la Torre Eiffel o del Arco del Triunfo; ni un bulevar del suntuoso París de Haussmann, las calles que vemos son secundarias y grisáceas. Aspectualmente ya decíamos que el inicio incluye un buen travelling, pero hay otros momentos interesantes. La ejecución y planificación de la teatral escena final es magnífica. Por otro lado, la música de Philippe Sarde mantiene una adecuada atmósfera de tensión; y aunque las comparaciones son odiosas, siempre me quedará la duda de lo que hubiera hecho el malogrado Christoper Komeda. Acuérdense de la siniestra nana que compuso para su amigo Roman Polanski en “La Semilla del Diablo”.


ZONA SPOILER

Escena Favorita: Solo una mente retorcida como la de Polanski podría idear un final tan apabullante. El intento de suicidio de Trelkovski, alucinado y surrealista, en que los balcones de los vecinos se convierten en palcos teatrales poblados con los personajes aparecidos en la película, aplaudiendo, es el triunfo de la locura. Trelkovski acaba identificándose con Simone Schulz, se viste con sus ropas y se lanza al vacío. A pesar del monumental tastarazo logra sobrevivir y confunde a los vecinos que van a ¿socorrerle?,  con asesinos conspiradores (ojo al tío del Marlboro, muestra del humor negro que recorre a veces la película). Sorprendentemente (o no) la curia de vecinos es completamente inoperante y Trelkovski ¡vuelve a tirarse otra vez! Todo ello desemboca en una grotesca referencia circular y un grito aterrador. Acaso uno de los finales que más me han hecho sudar, pero de una magnificencia cinematográfica absoluta.

Por mencionar otros momentos, el instante en que el sermón del sacerdote en el funeral por Simone Shulz acaba derivando en una condena al infierno en toda regla, es el primer síntoma de paranoia de la película. La alucinación de la pelota-cabeza es de las que se recuerda fácilmente mucho tiempo después de haberla visto. Por no hablar del retrete historiado con jeroglíficos egipcios y Trelkovski “mirándose a sí mismo”.

El conjunto de vecinos en general es muy parecido al aquelarre de “La Semilla del Diablo” pero de una forma mucho más ambigua.  De hecho no estamos seguros de su maldad, pero desde luego la hostilidad de estos sujetos empieza como enervante y termina siendo agotadora. ¿O acaso es Trelkovski demasiado débil? ¿Un hombre ingenuo y bondadoso está condenado a ser anulado y fagocitado? A saber lo que sucede en ese París atosigante, como de ultratumba.
Fuentes: Filmaffinity, Imdb.




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