Título original: “Le Locataire”
Género: Thriller Psicológico,
Terror.
Director: Roman Polanski.
Reparto: Roman Polanski, Isabelle
Adjani, Melvyn Douglas, Shelley Winters.
Nacionalidad: Francesa.
IMPRESIONES
La marca de agua de las películas
de Polanski, en líneas generales, es la capacidad para dejar mal cuerpo a un
espectador que, en un mal día, puede acabar tensamente atribulado con algunas
obras selectas del director polaco. Tampoco pasa desapercibida su tendencia y
su maquiavélica habilidad para lo que podríamos llamar “mal rollo
inmobiliario”. En efecto, “Repulsión” (1965), “La Semilla del Diablo (1968) y
“El Quimérico Inquilino” basan su potencial atosigante en la claustrofobia que
se construye alrededor de una vivienda donde comienza un imbatible y
terrorífico descenso a los infiernos. Es, claro está, la que se suele dar en
llamar “Trilogía de los Apartamentos”.
Hay algo en estos terrores del Alfred
Hitchcock más enrevesado o enfermizo (véase “Vértigo” -1958- o “Psicosis”
-1960-) en los que Roman Polanski potencia la decadencia psicológica y se
desvía de la truculencia; al contrario de lo que haría el cine italiano con el giallo, por ejemplo . Y ahí, señoras y señores, está la distinción
del terror en Polanski. Es un terror que llama a nuestra puerta disfrazado de
vecina con bata de guatiné o de un respetable y digno anciano. Lo normal como
elemento perturbador.
En mi caso, esta fue la última
película de la “Trilogía de los Apartamentos” que vi y dado que las otras dos
me habían parecido excelentes, las referencias eran magníficas y la propuesta
me parecía interesante, me afané en intentar encontrarla cuanto antes. Sí; ya
sé que existe Amazon y otros medios en Internet para poder agenciarse cualquier
película, pero dado que soy una persona casi pretecnológica (a la par que
torpe) no tiré mucho hacia ese campo. Afortunadamente tuve la suficiente potra
como encontrarla a buen precio en un Vips de la Plaza de los Cubos (cuando aún
se podían comprar libros y películas en los Vips) contra todo pronóstico y con
inmensa alegría.
Una cosa sobre esta película. En
caso de que no la hayan visto y tengan algún tipo de contencioso con sus
vecinos, huyan de ella como de la peste. También está seriamente contraindicado
su visionado antes de cualquier reunión vecinal de la comunidad. Trelkovski,
personaje principal interpretado por el propio Roman Polanski, llega buscando
un apartamento para vivir de alquiler en un siniestro bloque de viviendas de
París. El primer golpe inquietante que caracteriza al apartamento, es la suerte
corrida por la anterior inquilina; Simone Shulz. La señorita Schulz se tiró por
la ventana y en el momento en que Trelkovski alquila el apartamento, agoniza en
un hospital parisino.
Tras una serie de molestos e
inquietantes roces con sus vecinos, Trelkovski se cuestionará si sus vecinos
están tratando de “convertirlo” en Simone Shulz y por lo tanto de conducirle al
suicidio. La película se toma su tiempo y va fluyendo como una lenta corriente
de agua de velocidad progresiva, hasta que un torrente de insania acaba
asolando la película, que desembocará en uno de los finales más perturbadores
que yo recuerde.
No solo los vecinos del
infortunado Trelkovski son la sombra amenazante que se cierne sobre él. Es
avasallado prácticamente por cualquier grupo en el que se acaba inmiscuyendo
(véase el momento de la fiesta de inauguración de su piso junto con sus
compañero de trabajo) De hecho, una de las tesis de la película podría ser la
asunción del individuo por el grupo previamente a su anulación de identidad.
Es difícil decir si esta película
se disfruta; en realidad es un turbio relato sobre una mente abocada a una
locura atroz. Llámenme masoquista pero la insoportable tensión de la película
y, sobre todo, la maestría con la que es delineada por Polanski se me antoja
como una excelente golosina cinematográfica. Probablemente mi película favorita
de Roman Polanski siga siendo “La Semilla del Diablo” (patética “traducción”,
por cierto, del título original) pero “El Quimérico Inquilino” nos lleva a
algún sitio cercano a un ominoso absurdo donde es ya casi imposible distinguir
la realidad de la ficción.
Si no la han visto, al menos
háganlo como experiencia. En su momento tuvo unas críticas nefastas, hoy
afortunadamente superadas por una crecientemente entusiasta etiqueta de
película de culto.
ANÁLISIS
Dirección: Impresiona el
dominio del ritmo, comenzando la película con una historia netamente cotidiana
para ir introduciendo gradualmente elementos cada vez más perturbadores.
Técnicamente hay momentos de gran interés, empezando por el travelling inicial
(y otros) por las ventanas del bloque de pisos para “presentar” a los personajes.
Roman Polanski ejecuta un trabajo de una elevadísima osadía, poblando el tercio
final de la película de pesadillescas referencias sin que la histeria se
exacerbe hasta anular la inquietud. Polanski es una punta de lanza de la
sugerencia subyugante; es capaz de aterrorizar sin echar mano de, por ejemplo,
las evisceraciones propias de la charcutería gore.
Actuaciones: El papel de
Trelkovski lo encarna el propio Roman Polanski, siendo la única que en la que
el director es el actor principal de sus películas (su papel en “El Baile de
los Vampiros” se acerca más al de secundario) Hace un trabajo eficiente en su
emulación de persona ingenua y de carácter débil. Quizá en el último tramo haya
algo de sobreactuación, pero respondiendo a la idiosincrasia del guion. Los actores
secundarios forman un plantel magnífico; muchos de ellos son veteranos de la
actuación, significativamente premiados. Melvyn Douglas y Shelley Winters, a
modo de ejemplo, tenían una larga carrera que incluía la obtención del premio
Óscar. Una jovencísima Isabelle Adjani desprende cierto morbo ingenuo y
representa uno de los pocos apoyos de Trelkovski a lo largo de la película;
varias de las escenas más peculiares cuentan con su presencia.
Guion: Se trata de una
adaptación de una novela de Roland Topor, creador multidisciplinar más bien
estrambótico y tarado, que estuvo a punto de ser llevaba en primer término a la
pantalla por el británico Jack Clayton (autor de inquietantes joyitas como
“Suspense” -1961- o “A las Nueve Cada Noche” -1967-) Finalmente Roman Polanski
y su habitual colaborador Gerárd Brach escribieron la adaptación y el cineasta
polaco se quedó con el proyecto, para gran cabreo del pobre Jack Clayton. Desde
un punto de vista cinematográfico el guion tiene las virtudes del brutal y
ambiguo contraste entre lo real y lo ilusorio, dejándonos extrañados sobre la naturaleza de los estamos viendo. A veces
parece una historia completamente kafkiana donde un sujeto inocente parece ser
víctima de una conspiración infinita. El descenso a los infiernos de la segunda
mitad de la película es puro Polanski en su vertiente más desatada. Imaginen
una mezcla de travestismo, retretes, egiptología, simbología dental, y…
cristales rotos.
Factura técnica: La
fotografía es deliberadamente sórdida y oscura, con grandes elementos de
feísmo. La apariencia del apartamento es deplorable (uno piensa por qué rayos
Trelkovski acepta quedarse a vivir ahí) y el París que se muestra está muy
alejado de la Torre Eiffel o del Arco del Triunfo; ni un bulevar del suntuoso
París de Haussmann, las calles que vemos son secundarias y grisáceas.
Aspectualmente ya decíamos que el inicio incluye un buen travelling, pero hay
otros momentos interesantes. La ejecución y planificación de la teatral escena
final es magnífica. Por otro lado, la música de Philippe Sarde mantiene una
adecuada atmósfera de tensión; y aunque las comparaciones son odiosas, siempre
me quedará la duda de lo que hubiera hecho el malogrado Christoper Komeda.
Acuérdense de la siniestra nana que compuso para su amigo Roman Polanski en “La
Semilla del Diablo”.
ZONA SPOILER
Escena Favorita: Solo una
mente retorcida como la de Polanski podría idear un final tan apabullante. El
intento de suicidio de Trelkovski, alucinado y surrealista, en que los balcones
de los vecinos se convierten en palcos teatrales poblados con los personajes
aparecidos en la película, aplaudiendo, es el triunfo de la locura. Trelkovski
acaba identificándose con Simone Schulz, se viste con sus ropas y se lanza al
vacío. A pesar del monumental tastarazo logra sobrevivir y confunde a los
vecinos que van a ¿socorrerle?, con
asesinos conspiradores (ojo al tío del Marlboro, muestra del humor negro que
recorre a veces la película). Sorprendentemente (o no) la curia de vecinos es
completamente inoperante y Trelkovski ¡vuelve a tirarse otra vez! Todo ello
desemboca en una grotesca referencia circular y un grito aterrador. Acaso uno
de los finales que más me han hecho sudar, pero de una magnificencia
cinematográfica absoluta.
Por mencionar otros momentos, el
instante en que el sermón del sacerdote en el funeral por Simone Shulz acaba
derivando en una condena al infierno en toda regla, es el primer síntoma de
paranoia de la película. La alucinación de la pelota-cabeza es de las que se
recuerda fácilmente mucho tiempo después de haberla visto. Por no hablar del
retrete historiado con jeroglíficos egipcios y Trelkovski “mirándose a sí mismo”.
El conjunto de vecinos en general
es muy parecido al aquelarre de “La Semilla del Diablo” pero de una forma mucho
más ambigua. De hecho no estamos seguros
de su maldad, pero desde luego la hostilidad de estos sujetos empieza como
enervante y termina siendo agotadora. ¿O acaso es Trelkovski demasiado débil?
¿Un hombre ingenuo y bondadoso está condenado a ser anulado y fagocitado? A
saber lo que sucede en ese París atosigante, como de ultratumba.
Fuentes: Filmaffinity, Imdb.
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