Título Original: Murder on the Orient Express.
Género: Intriga.
Dirección: Sidney Lumet.
Intérpretes: Albert Finney, Martin Balsam, Ingrid Bergman,
Lauren Bacall.
Nacionalidad: Británica.
Impresiones
Es curioso que, aun siendo una de
las películas más populares de Sidney Lumet, “Asesinato en el Orient Express”
no roce el estatus de película grande. Evidentemente no digo grande en cuanto a
presupuesto o recursos, sino que más bien me refiero a la valoración
eminentemente cinematográfica. Lumet acostumbra o bien a ser más introspectivo,
o bien a dejar una cuota importante de “mensaje”; ahí tenemos a, p.ej.: “Doce
Hombres sin Piedad” (1957), “El Prestamista” (1964), “Serpico” (1973) o “Veredicto
Final” (1982). Sin duda películas muy interesantes y justamente elogiadas. Sin
embargo “Asesinato en el Orient Express” parece ser la hermana menor,
seguramente por ser una película esencialmente evasiva, de puro
entretenimiento.
Niego la mayor; el cine de la
torre de marfil, entretenido y evasivo es tan elevado como cualquier arriscada
deriva metafísica o zozobra de lo sublime, lo que me lleva a considerar
“Asesinato en el Orient Express” una destacadísima obra dentro de la
cinematografía de Lumet. Si se deciden a pagar la cuota de la suspensión de
incredulidad, cosa considerada de poco valor de forma inexplicable, obtendrán a
cambio una recompensa cuantiosísima y digna de disfrutarse.
Esta película tiene una serie de
elementos que inevitablemente me encandilan. Algo de exotismo (desde Estambul a
la nevada Yugoeslavia), la belleza decadente del periodo de entreguerras, un
tren (¿hay algo más cinematográfico que un tren?) y la presencia de la nieve
como decorado y parte implicada en la trama. Y por cierto, también me gusta el
Poirot histrión, teatral y algo pueril de Albert Finney; me gusta la trama
improbable y alambicada; y me gusta la constelación de estrellas presentes en
el reparto.
Decía que el personaje de
Hércules Poirot es algo pueril por algunas actitudes durante la película, a
veces parece un niño jugando una aventura imaginaria más que un detective
resolviendo un asesinato. Sin embargo ese toque le da un carácter excéntrico,
único. En cuanto a la rebuscada y rocambolesca trama, cumple muchos de los
preceptos de la novela policíaca “whodunnit” en general y de Agatha Christie en
particular. Si este final les parece chocante, échenle un ojo a la novela “El
Asesinato de Roger Ackroyd” y ya me dicen. No tengo nada en contra de estos
cánones, de modo que no me llevo a engaño; me dejo llevar por las propias
inercias de la película.
Probablemente sea mi adaptación
de Hercules Poirot favorita, con una leve ventaja sobre “Muerte en el Nilo”
(1978) donde al detective belga lo interpreta el gran Peter Ustinov. Si
hablamos de Agatha Christie en general, en mi escala personal, empataría con la
magistral “Testigo de Cargo” (1957) del enorme Billy Wilder. En cualquier caso
“Asesinato en el Orient Express” puede presumir de una artesanía aristocrática
y de la virtud de solazarnos con un entretenimiento de inteligencia a prueba de
balas.
Hercules Poirot es un afamadísimo
detective que debe volver desde Turquía, donde ha estado trabajando, a
Inglaterra, donde el deber le aguarda nuevamente, mediante el tren Orient
Express. Lógicamente el tren le llevaría hasta Calais y desde allí iría por
medios marítimos. Cuando van por Yugoeslavia el tren no puede continuar debido
a una abundantísima nevada, pero es que además hay un asesino entre el pasaje;
uno de los pasajeros aparece apuñalado. Sin duda el esclarecimiento del crimen
es una tarea para Monsieur Poirot.
Análisis
Dirección: La película presenta un desafío técnico que consiste en
desarrollar la acción en un lugar de espacio reducido (un tren), que conlleva
el problema de dónde colocar la cámara y plasmar la puesta en escena sin llegar
a ser rutinario. Afortunadamente Sidney Lumet ya resolvió admirablemente un problema similar en “Doce Hombres sin
Piedad”. También hay momento de cierta adversidad técnica en las secuencias
donde hay un parlamento de cuantiosa longitud por parte de alguno de los
personajes, donde aparte de rodar sin tacha durante un tiempo prolongado, hay
que jugar con el fuera de pantalla casi del resto. La narración es magnífica y
es capaz de embelesarnos intensa y fluidamente mediante la mano de un director
con un asiento entre los grandes.
Actuaciones: El repertorio de estrellas es difícilmente
parangonable con casi cualquier película que se nos pueda ocurrir, aunque en
los años setenta no era infrecuente reunir a una pléyade de figuras como
reclamo; piensen en el cine de catástrofes y en películas como “El Coloso en
Llamas” (1974). En este caso que nos ocupa, me es imposible reproducir el
reparto y no empezar a ensalivar: Albert Finney, Ingrid Bergman (que se llevó
un Óscar), Lauren Bacall, Sean Connery, Anthony Perkins, Martin Balsam, Richard
Widmark, Vanessa Redgrave, Jacqueline Bisset, Michael York… Algunos cuadran
perfectamente en el papel que se les encomienda, por ejemplo Anthony Perkins, y
otros quizá no tanto, como Ingrid Bergman, aunque se llevase el premio de la
Academia. Sin embargo la solvencia, y en algunos casos los destellos de
genialidad, está garantizada con este reparto.
Albert Finney compone un papel
de Hercules Poirot teatral, de ademanes
exagerados, travieso, y algo infantil a veces (ya veremos en el spoiler). Y sin
embargo me encanta; da un toque de humor, de deliciosa ironía que se hace
plenamente disfrutable a base de encanto y tablas. Otros personajes a destacar pueden
ser la pelma de la señora Hubbard (Lauren Bacall), el temperamental Coronel
Arbuthnot (Sean Connery), el expectante pez gordo de la compañía de
ferrocarriles señor Bianchi (Martin Balsam), o el introvertido McQueen (Anthony
Perkins). Todo un activo este reparto, toda vez que no son estrellas de
garrafón; ya habían demostrado antes su talento.
Guion: Muchos sospechosos, ambientación sofisticada, gracejo en la
pesquisas y extraordinarias dotes deductivas. Salvo por algunos detalles, la
adaptación de la novela de Agatha Christie es bastante fiel. Tiene la
originalidad de que la peripecia se ocasione en un tren retenido por la nieve.
Me encanta la presencia de un tren en una película, tienen un encanto especial
y han alojado no pocas escenas memorables de la historia del cine. Acción, lo
que se dice acción, no hay mucha pero no hace mucha falta; la agilidad de los
diálogos, el diferente tono de los interrogatorios y la dosificación de la
información nos mantienen estáticos frente a la pantalla. Ya les aviso que si
les repele lo inverosímil esta película les causará alergia y todo tipo de
estragos, yo personalmente me dejo llevar por el ingenio y fabulación incluso
en su lado más alambicado. Sobre todo si se plasma con el debido talento, no
creo que “Asesinato en el Orient Express” incurra en el disparate. Además el
desenlace es ya historia del cine y la literatura.
Factura Técnica: Sin ser un aspecto particularmente relevante,
tiene elementos que me gustan mucho. La dirección artística es de primera;
echen un ojo al lujo de detalles de la pintoresca estación de Estambul o al
rancio abolengo ferroviario que destillan las escenas del tren. Por otro lado
el tema principal de la banda sonora, de Richard Rodney Bennet, es una
auténtica delicia, ampulosamente adecuado para película.
ZONA SPOILER
-Sí, ya he dicho que este Poirot
es un poco infantiloide: vean si no el inicio en el restaurante, cuando se
encuentra con Bianchi ,o cómo se ríe cuando encuentra el uniforme de empleado
del tren. Los ademanes del Albert Finney son teatrales, pero en conjunto es un
Hercules Poirot entrañable y, cuando hace falta, incisivo.
-Porque es evidente que, aunque
en su interior esté elucubrando, hay algunos sospechosos que le son más
simpáticos que otros. Comparen el suave interrogatorio que hace Poirot con
Pierre Michel (Jean Pierre Cassel, el padre de Vicent Cassel), el encargado del
coche cama, con el casi hostil del coronel Arbuthnot. En el fondo esta variedad
evita cualquier tipo de monotonía.
-¿Soy yo, o el resumen inicial
con el secuestro y asesinato de Daisy Armstrong da mal rollo?
-La unidad de lugar le da un aire
teatral a la historia que, de hecho, me agrada.
-Que todos sean culpables, o al
menos todos han participado apuñalando a Ratchett/Casetti, no puede negarse que
sea original. Hoy lo asumimos debido a que se ha convertido en un clásico, pero
desde luego es inusual.
-Si esperan que exponga el
algoritmo “Poirot” para la resolución del crimen van de cráneo. Entre otras
cosas incluye información de última hora que solo él conoce, giros
inextricables y un montón de detalles desperdigados cuya coyunda nos haría
salir humor de la cabeza. Y sin embargo la resolución me seduce, me atrapa,
como si me dejara llevar por el truco sin tratar de conocer los resortes del
mago. Sobre todo porque…
Escena Favorita
A que la resolución sea incluso
creíble ayuda el hecho de que la misma esté filmada de forma admirable. Está
hecha a base de largas secuencias, donde la interpretación de Finney es
absolutamente rotunda. Además técnicamente, como decía antes, tiene su
intríngulis técnico. No podemos dejar de mencionar el dilema moral que supone
optar por la solución simple del mafioso en lugar de por la real. Poirot,
confuso, opta porque sea Bianchi quien decida. Para evitar escándalos elige la
primera resolución. Hay un momento en que Poirot, una vez tomada la decisión,
mira no del todo satisfecho al pasaje del tren y dice abiertamente que tendrán
que luchar contra sus escrúpulos para redactar su informe. Ratchett/Casetti era
un asesino despiadado, pero ello no quita que todo pasaje del vagón de Calais
sean también unos asesinos. Mientras tanto el espectador se queda meditando…
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