martes, 2 de abril de 2019

Dolor y Gloria (2019)


Título Original: Dolor y Gloria

Género: Drama

Director: Pedro Almodóvar

Intérpretes: Antonio Banderas, Penélope Cruz, Asier Etxeandía, Leonardo Sbaraglia

Nacionalidad: Española



Impresiones

Sin duda era muy interesante ver “Dolor y Gloria”, la última película de Pedro Almodóvar, en vista de los halagos y lisonjas que estaba recibiendo por parte de la crítica y de espectadores que ya la habían visto. Por eso, cuando mi amigo Víctor Prats me planteó la posibilidad de ir a hacer una visita al cine para echarle un ojo no me lo pensé demasiado.


“Julieta” (2017) había sido una película más que aceptable, de sentimientos íntimos y recogidos, tono sobrio y buenas actuaciones. Toda daba a entender, por lo que sabía, que ese tono contenido podría continuar en “Dolor y Gloria”; soy simpatizante de algunas de sus ocurrencias más descacharrantes y estrambóticas, pero su tono (por decirlo de alguna manera) normal es más que interesante.

Hay varios “Almodóvares” a la hora de hacer una película. En los últimos tiempos se ve bien. Encontramos a un Almodóvar excéntrico, loco y a veces algo hermético (“La Piel que Habito” -2011-, “Los Amantes Pasajeros” – 2013-); y el más tranquilo y meditabundo (“Julieta” “Dolor y Gloria”). De los últimos tiempos, digo, prefiero esta segunda faceta.

Almodóvar ha dicho que “Dolor y Gloria” no es una autobiografía, pero que sí es la película que más le define. Es decir, habrá elementos coincidentes con su vida, habrá licencias y también invención pura. Pero es probablemente el Almodóvar más expuesto de su carrera, el más confesional.
Salvador Mallo es un director de cine cansado y taciturno que a raíz de un problema físico con su espalda (esta dolencia sí al tuvo Almódovar) deja de dirigir películas, lo que le lleva a caer en un profundo abatimiento. En estos momentos difíciles Salvador se va encontrando con presencias y recuerdos dolorosos a los que tendrá que dar salida, resolverlos y enfrentarlos para tratar de continuar con su vida.

Hay varias referencias a Fellini. Por un lado, el director en apuros y en el dique seco podría recordar a “Ocho y Medio” (1963), mientras que las evocaciones infantiles pueden ser parientes lejanas de “Amarcord” (1973), si bien en “Dolor y Gloria” no son tan surreales. En este último punto también podría haber alguna concomitancia con el Neorrealismo italiano. También hay algo bergmaniano en la película.

El ritmo es lento y el sentimiento que la rodea deambula entre la tristeza y la decadencia, pero si somos capaces de entrar en el ritmo de la película, nos veremos recompensados con un buen puñado de momentos emotivos, acompañados de una serena (aunque amarga) reflexión sobre la vida del artista en particular y quizá sobre Almodóvar particularísimamente. No por tener un ritmo frío elude el factor humano, al contrario lo hace con una sutileza admirable y sobre todo, tiene una concentración de honestidad bastante alta. Mi Almodóvar favorito en años.

Análisis

Dirección: El estilo, como decíamos, es sobrio y elegante. Tiene algunos hallazgos visuales interesantes, como al inicio de la película, y a través de la cámara, Almodóvar, trata de tomar la temperatura a sus personajes por su mirada. Es una película muy de rostros, captados por numerosos planos medios o cortos. Almodóvar da a la película un ritmo paciente, continuo y sosegado; para captar la esencia de los personajes es preciso mirarlos sin prisa, ir empapándose de sus dilemas. Buena labor de dirección, sin duda.

Actuaciones: Antonio Banderas hace, diría yo, una de los mejores papeles de su carrera. Su rostro de dolor, resignación y abatimiento tiene la suficiente sinceridad como para que nos imbuyamos de su tristeza. Replica muy bien también el dolor puramente físico, a raíz de la lesión de espalda, en pequeños pero meditados gestos en distintas acciones (como subir a un taxi, p.ej) Evidentemente asume muchos tics del Almodóvar real. En realidad el nivel actoral es bastante notable, podríamos añadir también a Penélope Cruz, desenvuelta y vivaracha y al toque entrañable de Julieta Serrano. Por otra parte, son imprescindibles los papeles de Asier Etxeandía y Leonardo Sbraglia; enérgico uno, sobrio el otro.

Guion: Y decíamos que no es exactamente una autobiografía, pero esencialmente Antonio Banderas es un trasunto del propio Pedro Almodóvar. El tono es sombrío, cáustico, decadente. Desde cierto punto de vista puede considerarse una película episódica, donde Salvador Mallo va haciendo, progresivamente, frente a varios aspectos del pasado que han dibujado profundas cicatrices en él. Los episodios podrían ser incluso arquetípicos de un tipo de relación (amistad, amor, relación madre-hijo…) Se incluyen insertos temporales a modo de flashback que con el paso de la película irán cobrando una significación distinta. La aparente dispersión del guion se enmienda en un final que da sentido a buena parte de la película. También es de justicia decir que no todo es tristeza en la película, hay huecos para la esperanza.

Factura técnica: La apuesta de Almodóvar es por la sobriedad, pero sin embargo en la fotografía está presente su característico colorido pop en algunas escenas. El acabado de la película, sin recurrir a demasiadas florituras, es deliberadamente aséptico, quizá para refrendar la serena desesperación del mundo interior de Salvador Mallo. La música de Alberto Iglesias es un perfecto acompañante y complemento de la puesta en escena.

ZONA SPOILER

-La primera escena con Antonio Banderas sumergido en la piscina es estupenda. Tiene una peculiar plasticidad impregnada de azules que dan cuenta del estado meditabundo de Salvador.

-Los “flashbacks” siempre surgen de una manera sutil. Casi todos se deben a ensoñaciones o estados alterados por “fumarse unos chinos”.

-Toda la parte de Paterna cobra sentido con el despertar a la sexualidad de Salvador mediante la atracción que siente por el pintor que encala su casa en Paterna. Sutil y estupenda es la escena de la clase de caligrafía.

-La parte de la niñez parece que va a convertirse a veces en una especie de “Cinema Paradiso”, a base de niño encandilado con el cine. Luego se recorren otros derroteros.

-Decíamos que era película, a su modo, episódica: La primera cuenta pendiente que Salvador tendrá que solventar tiene que ver con la amistad. Salvador trata de reconciliarse con Alberto Crespo (Asier Etxeandía), actor (y antiguo amigo) con el que no se habla desde hace treinta años. Tras una serie de altibajos en el reencuentro, Salvador consiente en que Alberto adapte para el teatro un relato llamado “Adicción”. Esto supone un punto de reconciliación. El relato, convertido en monólogo, habla de un amor en tiempos de la Movida Madrileña entre dos hombres. Uno se supone que es Salvador y el otro, una pareja sentimental con la que mantuvo una relación en los años. Esto nos lleva a que…

- … tenemos encima el segundo “episodio”: el amor. Jugando con las casualidades Almodóvar hace que entre los espectadores del monólogo esté el antiguo amor de Salvador, Federico (Leonardo Sbaraglia) quien de inmediato se siento identificado. Salvador no va a las representaciones, pero Federico llega a él a través de Alberto. Ambos se reencuentran y solventan cuestiones pendientes y obtienen (particularmente Salvador) cierta paz de espíritu.

-El encuentro con Federico hace bien a Salvador quien, de hecho, deja una incipiente adicción a las drogas. Otro efecto es una mayor preocupación por su propia salud.

-El siguiente episodio que afronta Salvador tiene que ver con su madre. Éste tiene más difícil solución, pues murió hace años. Poco antes de morir le recrimina a Alberto que al irse de Paterna la dejase abandona; de algún modo Salvador dejó al margen a su madre mientras él iba desarrollando su carrera como director. Sin embargo, por primera vez, es capaz de hablar sobre ello y, de algún modo, solventar el problema.

-Encontrar en una galería de arte, por casualidad, el dibujo que hizo a Salvador el pintor de su casa infantil en Paterna despierta algo dormido en Salvador. Lo suficiente como para que vuelva a rodar otra vez. Y aquí viene la mayor sorpresa de la película: las escenas de la evocación de la infancia de Salvador, y que se han ido intercalando desde el inicio, son en realidad tomas de su última película “Primer Deseo”. Salvador ha afrontado su pasado, ha mejorado (suponemos) su lesión de espalda, y por fin ha vuelto a hacer cine. Para contar su historia, lo que casi deja un toque de metaficción.

Escena Favorita

-Quizá en algunos aspectos sea un poco obvio, dada la predisposición de la escena para causar emoción, pero el momento del monólogo de Alberto que adapta el relato de Salvador me parece magnífico. Es una especie de flash back sin necesidad de recurrir a imágenes pretéritas, basta con la expresividad actoral de Asier Etxeandía. Uno de los momentos más emotivos de la película.

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