martes, 29 de octubre de 2019

My Fair Lady (1964)


My Fair Lady (1964)

Título Original: My Fair Lady

Género: Musical

Director: George Cukor

Intérpretes: Audrey Hepburn, Rex Harrison, Wilfrid Hyde-White, Stanley Holloway, Theodore Bikel

Nacionalidad: Estadounidense



Impresiones

Muchas veces, haciendo autoanálisis de mi persona y mi relación con el 7º arte, me sorprendo afirmando que de entrada no me gustan los musicales. Sin embargo, luego me doy cuenta que muchas y muchas películas del género son de mi agrado y la que en este artículo nos ocupa en especial se sitúa en mi top 10 personal de toda la historia. Para más pruebas, mi debut en este blog fue con un musical y como de momento solamente llevo 2 artículos, 100% de musicales por mi parte en “Películas Y Reflexiones”; como ven, yo solito me contradigo con los hechos.



En este caso particular que hoy nos ocupa, tiene que ver en gran parte la tradición familiar. Me explico. Mi padre, en su juventud, formó parte de un grupo de teatro en Barcelona que, entre su repertorio de obras abordadas, se atrevieron con “Pigmalion”. Sabrán la mayoría que “My Fair Lady”, la película, parte del musical de Broadway del mismo nombre y que dicho musical se inspira en la citada obra teatral. Mi progenitor, por lo visto, interpretaba al vivaracho Alfred Doolittle.



De lo primero que hizo mi padre allá por finales de los 80 cuando entró por primera vez un reproductor de vídeo VHS en casa, fue comprarse la película original. La puso en varias ocasiones a lo largo de esos años y aquellos visionados que yo le haría de forma involuntaria (no se crean que él me obligaba a sentarme a verla ni nada por el estilo) con una temprana edad, terminaron calando en mi ser. En un momento ya de mi adolescencia tardía, algo me hizo “click”, y accedí por mi cuenta a verla en solitario, pasando a formar parte de mi vida.

Fallecido mi padre, conservo la película en VHS y dispongo de una edición en DVD deluxe, que en su día me regaló mi mujer, que no está nada mal; no obstante, me quedo con la versión en VHS, en la que las canciones están en inglés y el resto doblado al español. También, a modo de anécdota personal, recuerdo haber hecho de Cicerone con el titular de esta bitácora y otro par de amigos en común haciendo un visionado de la misma en su casa allá por 2003, reproducción en la que accedían por primera vez a esta maravilla (como la lluvia en Sevilla).



Dejando de lado ya los antecedentes personales, entremos en materia más centrada en la película en sí. Más allá de gustos personales, “My Fair Lady” es una película mayúscula. Ambiciosa en muchos sentidos: larga duración, fotografía y decorados tremendamente llamativos (por no hablar del vestuario), grandes interpretaciones, sensacionales canciones... Fue reconocida con 8 premios Oscar, entre ellos el de mejor película, director y actor principal, lo cual no deja de ser siempre una rúbrica a cualquier juicio individual.

En esta película se narra la historia de una florista callejera que sobrevive vendiendo sus florecillas en Covent Garden. Por cierto, me van a disculpar que vuelva a hacer un inciso personal: cuando fui a Londres en 2017 visité expresamente Covent Garden y me hice varias fotos en las columnas donde se desarrollan las primeras escenas del film y también visité el número 27 A de la calle Wimpole, casa del profesor Higgins; la película no está rodada en exteriores, pero he de decir que el decorado recrea de forma bastante fidedigna la localización real en la que está basado; bien, continuemos con la sinopsis. En un momento en el que se produce la salida del público de la ópera, esta florista conoce al profesor Higgins, el cual le deja caer la idea de que él podría despojarla de sus zafios modales y hacer que prosperase socialmente con unas formas más pulidas. Eliza decide ir a visitar al profesor para que le dé clases y Higgins decide apostar con su invitado el coronel Pickering que es capaz de, en un corto plazo de tiempo, hacerla pasar por una señorita de la alta sociedad en un baile de la embajada.

A pesar de su duración, cercana a las 3 horas, no se hace nada pesada. La maestría principal viene del perfecto papel que juega el dúo principal de actores. No lo llamaría química, pero el caso es que en esta película la relación entre Rex y Audrey tiene algo que no he visto en ningún otro film. Cierto es que Harrison venía de hacer el papel del profesor Higgins en Broadway, pero Hepburn tuvo el papelón de tener que sustituir a la gigantesca Julie Andrews, que por motivos de agenda no pudo hacerse cargo del papel para el cine. Audrey fue doblada en las canciones, por cierto.



Pero no se queda ahí la cosa, ya que diría que no hay actor que esté mal en esta película; incluso los figurantes que solamente tienen una línea de guion están perfectos. No obstante, de los que están en 2ª fila hay que destacar claramente a 2: Wilfrid Hyde-White, que interpreta al coronel Pickering y a Stanley Holloway, sencillamente espectacular como el peculiar padre de Eliza Doolittle. Theodore Bikel también tiene un pasaje en la película que es bastante destacable, dando vida a ese “imposturólogo” que es Zoltan Karpathy,

¿Y qué vamos a decir de la música? Espectacular. Todo está sublime: orquestación, canciones, interpretaciones. A día de hoy hasta me gustan las canciones atropelladas de Henry Higgins. Hay momentos para la historia como el “I could have danced all night” (emocionante a más no poder) o “Wouldn’t it be lovely?” (recuerdo incluso a The Police que metió un guiño en el final de “Invisible sun” al final de dicha canción). Otras ya forman parte de mi gusto más personal y recurrentemente aparecen en mi vida como el “Get me to the church on time” (siempre sentí debilidad por ese pícaro que es Alfred Doolittle) o el “Just you wait”.

Todo esto mezclado en la coctelera nos da como resultado una obra maestra. Una adaptación de otra adaptación que eclipsa a los antecedentes; quizás sea muy radical mi impresión, pero así lo veo yo. Por cierto, y sirva de detalle a tener muy en cuenta: a toda la gente que se la he puesto que no la conocía, no es que no les haya disgustado, sino que les ha encantado (y créanme si les digo que se la he puesto a gente que no era muy proclive a este género y tipo de película).



Análisis

Dirección: El trabajo del señor Cukor, como ya hemos apuntado reconocido con justicia con un Oscar, es impecable. La factura de la película es inmaculada y da de lleno en la diana. Eso en gran parte se debe a los planos generales de escena que se ofrecen en casi todas las circunstancias. Cukor consigue trasladar de forma sibilina al cine lo que sería una representación de teatro. No utiliza prácticamente primeros planos, pero cuando los utiliza son pequeñas ráfagas y momentos notables para transmitir de forma inmejorable los sentimientos de los personajes. Se nota maestría en un momento tal como es el de la escena final, que no voy a comentar aquí; el plano es sencillamente genial.

Actuaciones: Cada una de las actuaciones, las 2 principales y el resto de secundarias, darían para una entrada autónoma de blog, pero intentaré sintetizar. Es de las pocas películas en donde no me sale un “pero” a ningún actor. Incluso Jeremy Brett, en el papel del pretendiente de Eliza, está soberbio. Rex Harrison y Audrey Hepburn demuestran su valía claramente al afrontar a 2 personajes que en formas son en general excesivos (pero sin llevarlos a la caricatura), pero que tienen pasajes en la película donde han de darle la vuelta para ir a los sentimientos más profundos de los mismos. Rex ganó el Oscar, Audrey, sin embargo, ni siquiera consiguió la nominación. Wilfrid Hyde-White está correcto como el escudero del profesor Higgins (curioso que un coronel del ejército británico termine en esa situación frente a un profesor de fonética). Destaco mucho el papel de Stanley Holloway como Alfred Doolittle. Es un trabajo claramente cómico, pero pocas veces me he reído tanto con la presencia de un tipo en pantalla. Tiene 3 escenas nada más. Claramente te quedas con ganas de más. En todas está sensacional. Podríamos comentar sobre el resto de intérpretes, pero considero oportuno quedarme con este breve análisis para no saturar. ¡Ah! Sí, que hay que hacer mención al doblaje español de la película; bajo mi punto de vista otro ejemplo de un trabajo inmaculado en una época de oro en ese terreno artístico en nuestro país.

Guion: El trabajo de Alan Jay Lerner de readaptar el guion previo del musical de Broadway, que además parte de la readaptación de “Pigmalion” de George Bernard Shaw, que a su vez parte de la idea plasmada en “La Metamorfosis” de Ovidio (cuánto tirar para atrás, ¡madre mía!) está bien llevado. Son 3 horas de película, pero creo que no sobra nada de lo expuesto. En resumidas cuentas, el planteamiento de una historia de esas en las que se pasa del odio al amor (“just you wait Henry Higgins, just you wait”), está perfectamente trazado y de forma muy elegante. Hay momentos de tremenda emoción, en los que los personajes se muestran abiertos hasta la médula, muy dolidos, que personalmente son de los pasajes melodramáticos que más excelsos me resultan de toda la historia del cine (sin ser yo precisamente un fan del melodrama).

Factura técnica: Elegancia. Con esta palabra me sobraría escribir más. La fotografía es fabulosa (otro de sus Oscar. Normal); definitoria de una época, pero llevada su máxima expresión. El sonido es limpio e inmaculado, con una música inmejorable. El vestuario se luce en su máxima expresión, con 2 pasajes solventados con mayúsculas (las carreras de Ascot y el baile en la embajada); normal que también se llevara el Oscar. Realmente, “My Fair Lady” es para mí uno de los pocos 10 que concedo a una película porque es perfecta en estos 4 puntos que abordamos en el análisis, pero principalmente considero que hay unos actores descomunales haciendo, sino el trabajo de sus vidas, uno de ellos y rodeados de una factura técnica excelsa.



ZONA SPOILER

-El momento de tensión que se genera en el baile de la embajada tras el baile-prueba que Zoltan tiene con Eliza, cuando el otrora aprendiz de Henry Higgins empieza a cuchichear con todo el mundo su veredicto, escandalizándose todo aquel que lo va escuchando, y que termina con una fuerte carcajada cuando el contenido le llega en plan “radio-macuto” a Higgins, es oro en celuloide.

-Me gusta ver como Higgins celebra su victoria (porque cuando algo te cuesta mucho hay que disfrutarlo y saborearlo, créanme), pero evidentemente el ninguneo al que someten a la pobre Eliza es criminal. Eso deriva en una escena dramática, con una fuerte discusión, reproches y una lucha por ver quién hace más daño a quién entre Eliza y Henry en el vestíbulo con la chimenea y el anillo regalado que resulta altamente emocionante.

-¿Qué puedo decir del tramo final? Rex Harrison hace un ejercicio de interpretación descomunal, con ese paseo de reafirmación personal con su mantra de “no dejar entrar a una mujer en su vida”, para finalmente desplomarse cuando llega a la puerta de su casa, derivando a la otra fórmula que le atormenta “me acostumbré a su...”.

-No me podrá rebatir nadie que ese “Eliza, ¿dónde están mis zapatillas?” no es tan inesperado y genial como el “Bueno, nadie es perfecto” de “Con Faldas Y A Lo Loco”. Higgins se recompone como puede del estado de destrozo personal en el que está sumido escuchando las grabaciones fonéticas más silvestres de Eliza, cuando esta acude a él para ayudarle a ser una señorita que pueda vender flores en una tienda. Además, se tapa con el sombrero la cara, yo diría para que la propia Eliza no le vea las lágrimas de felicidad que le saltan al ver que está de vuelta.

-La solemnidad con la que Audrey Hepburn le suelta a Rex Harrison ese “Adiós profesor Higgins, nunca más volverá a verme” en la casa de la madre del profesor, es apabullante. Descuajaringaría a cualquiera, incluido a un tipo tan férreo y pétreo en sentimientos como parece ser Higgins. Es quizás mi momento favorito de Audrey en toda la película (y no será porque no tiene momentos destacables ni nada...). Repito, es solemne.

Escena favorita

-Podría tirar a cualquier momento más emocional en el sentido bonito de la película, pero hay un número musical en el que Eliza Doolittle se rebela contra el profesor Higgins por su tiranía y exigencia docente (el “Just you wait”), que tiene momentos de ensoñación hilarantes de Eliza, en los que incluso se representa el fusilamiento de Higgins. Todo termina con Eliza despertando de sus ganas de venganza, descubriendo que Henry ha visto todo el numerito. Eliza se queda blanca, se produce un silencio de unos segundos muy efectista. Higgins, con un cinismo y maestría cum laude, se marcha a su habitación subiendo las escaleras repitiendo en alto una lección de fonética que Eliza debe seguir repitiendo hasta la extenuación. Creo que es un momento cómico excepcional.

Autor del artículo: Víctor Prats (DMR)

1 comentario:

  1. Para mí genial la película,interpretación de todos,vestuario música,y esa angelical Audry enamorada del profesor,orgulloso y ver a este cómo llama. a su madre cuando se queda solo,maravillosa película.CINE de verdad👌

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