martes, 1 de octubre de 2019

El Gran Dictador (1940)


Título Original: The Great Dictator

Género: Comedia

Director: Charles Chaplin

Intérpretes: Charles Chaplin, Paulette Goddard, Jack Oakie, Reginald Gardiner

Nacionalidad: Estadounidense



Impresiones

El cine de Charles Chaplin, particularmente en su faceta muda, tuvo frecuentemente un componente moral que solía materializarse en su cariño por los desarrapados y pobres, y por la crítica a la sociedad industrial moderna. Como ejemplos ahí están “Tiempos Modernos”, “Luces de la Ciudad”, “Vida de perro” etc. Llevado por el signo de los tiempos, sumamente dramáticos, que representaban el auge de los fascismos en Europa, Chaplin decidió hacer una sátira del nazismo en general y de Hitler en particular.




El destino quiso se produjera una coincidencia macabra: justamente cuando los nazis comenzaban la invasión de Polonia fue cuando se inició el rodaje de “El Gran Dictador”. Justo el mismo día. La película, aunque claramente es una sátira, no está constituida solamente por humor y risotadas, hay tiempo para elementos más dramáticos o tiernos. Ésta quizá podría ser el gran distintivo de las películas de Chaplin: apelar a la risa y al corazón.

Durante los años treinta la actitud de Hollywood frente a los fascismos no fue precisamente tan satírica o combativa. El mercado alemán era muy importante y lacerar su orgullo hubiera supuesto un aumento del sentido moral, pero una merma de los ingresos. A finales de la década la cosa empezó a cambiar. En 1939, contradiciendo el aislacionismo americano, se estrena “Confesiones de un Espía Nazi”, dirigida por Anatole Litvak; primera película de marcado signo antifascista. Hitchcock en 1940 dirige “Enviado Especial”, donde se puede ver una auténtica proclama contra el nazismo y una apelación a la entrada de EE.UU en la guerra. Una vez que a finales de 1941 los Estados Unidos se unen a la contienda, las películas de sabor a propaganda antifascista irán surgiendo con rapidez. Recordemos por un momento otra sátira: “Ser o no Ser” (1942).

Pero Chaplin tiene su propio lenguaje y sus propios códigos. Opta porque uno de los protagonistas sea el propio Hitler, en la forma de su trasunto Adenoid Hynkel, decide que ésta será su primera película sonora pero manteniendo un humor todavía netamente visual. El hecho de que al protagonista, interpretado por el propio Chaplin, no se le mencione por su nombre hace que muchos, con bastante imaginación, crean que en realidad se trata de Charlot.

“El Gran Dictador”  cuenta la historia de un barbero judío que combate en la I Guerra Mundial bajo la bandera de Tomania (Alemania, simbólicamente) y que durante ella conoce  al oficial Schultz. Tras una delirante peripecia juntos, el barbero se lleva un golpe en la cabeza que le causará una gigantesca amnesia y el ingreso en un hospital de veinte años nada menos. Finalmente se acabará escapando creyendo que no ha pasado el tiempo y llegará a su antiguo barrio dispuesto a reabrir su barbería como si tal cosa. Lo que no sabe es que Tomania está gobernada por un terrible tirano que ha esparcido un furibundo antisemitismo por todo el país. En un principio el barbero tratará de no inmiscuirse demasiado, pero al final las circunstancias le obligarán. No obstante también hará buenos amigos, entre ellos  Hannah (Paulette Goddard), de la que se acabará enamorando.



En fin, un buen ejemplo del sentido moral de Chaplin. También, de su buen hacer cinematográfico. Como suele ser habitual se encarga de la interpretación, dirección, guion e incuso de parte de la música. Finalmente se convirtió en la película más exitosa de Charles Chaplin y fue nominada para cinco Oscars, aunque no consiguió ninguno. No obstante, nos quedan una serie de momentos dignos de entrar en cualquier antología de la historia del cine y una reserva moral incalculable, si bien al final en cierto modo fue el preludio de una tragedia terrible. Nos recuerda que el cine, o el arte en general, no siempre es capaz de enmendar la historia. Pero al menos reconforta pensar que la bondad tiene un baluarte.

Análisis

Dirección: Ya hemos resaltado una de las principales novedades dentro del cine de Chaplin. Se trata de su primera película sonora. El componente visual del cine mudo, no obstante, sigue siendo clave; hay gags fundamentados en este estilo que han pasado a la historia del cine; véase el de la bola del mundo. Por lo demás se mantiene el tradicional equilibrio entre comedia y ternura. La sátira es firme y contundente, pero predominando el corazón y la bondad. Hay clímax tremendamente emocionales donde, de todos modos, la parte sonora es bastante importante, sobre todo en las partes más discursivas y reivindicativas.

Intérpretes: Chaplin prorroga algo del estilo de Charlot para esta película, y busca expresamente la complicidad del público con una mezcla de bondad, simpatía y una calculada torpeza. La parte más predispuesta a la pantomima Chaplin la resuelve de un modo hilarantemente exagerado, muy acorde con lo que exige una sátira; como ejemplo los discursos de Hinkel. Del mismo modo se reserva algunos segmentos realmente emotivos. Pero es que además se trata de un doble papel, también da vida al dictador Hinkel. Esta faceta es la más gesticulante y exagerada, con claro ánimo de ridiculizar al simbolizado Hitler. No se pierdan los espasmódicos discursos ante las multitudes.
Paulette Goddard construye un personaje tierno y fuerte que se presenta de forma inicialmente combativa y aguerrida. Aporta romanticismo sin caer en el exceso de melosidad ni rebasar la línea de la cursilería. Se trata de un personaje esperanzador.

Guion: Un guion valiente que puso en solfa las miserias de los terroríficos regímenes que iban surgiendo en Europa, justo cuando el mal se estaba existiendo. Es una historia inteligente que aúna la denuncia pero huyendo de la truculencia, lo que quiere decir que si bien es vehemente en su mensaje, la película puede verse prácticamente por todas las edades. Ya hemos hablado de la doble característica del guion, a caballo entre la comedia y algo de melodrama. Estas características pueden llevar la película a una ligera tierra de nadie, pero finalmente se consigue un estupendo equilibrio.

Factura Técnica: La película hecha el resto en parte de los gags humorísticos, donde se consiguen imágenes potentes, ingeniosas y, claro está, divertidísimas. Por lo demás es una película bastante artesanal, con un aspecto casi teatral por la naturaleza de los escenarios. En general es una película con imágenes que permanecen en la retina y forman parte del imaginario popular cinematográfico.

ZONA SPOILER

-Curioso que la película se inicie en la I Guerra Mundial, que siempre se suele citarse como antecedente (al menos en su cierre en falso) del auge de los fascismos.

-En este inicio hay un par de secuencias memorables. En concreto la del cañón y la del avión al revés son particularmente imaginativas.

-Hannah se presenta como un personaje instantáneamente valiente, que sacude sartenazos a los nazis como nadie. Su coraje será uno de los motores de la película.

-Otra escena digna de mención es el afeitado a ritmo de Brahms. O el casi afeitado de Hannah, perfecta mezcla de comicidad y romanticismo.

-Uno de los momentos satíricos más interesantes es el de la fatídica prueba del pudding y la moneda. Toda una desmitificación del heroísmo y de la bravuconería de Schultz.

-Todo el mundo, incluso los no muy cinéfilos, han visto en alguna ocasión el jugueteo de Hinkel con la bola del mundo. La significación es demoledora e imaginativa, de una sencillez genial.

-Y Mussolini tampoco podía faltar a la fiesta. Chaplin lo enfoca como una ridícula competición entre dictadores. La chulería del italiano es sencillamente descacharrante.

-El remate de la película es sin duda la parte más emotiva. Un disfrazado Chaplin entona uno de los discursos más célebres de la historia del cine. Se trata de una apelación al libre pensamiento, a la libertad de expresión y a la democracia. También era un grito de esperanza ante la barbarie que se avecinaba. Lástima que la esperanza no estuviese respaldada por la realidad.

Escena favorita

-Soy un clásico. Hynkel en sus terribles delirios de grandeza juguetea con una bola del mundo hinchable, disponiendo de él a su antojo. En una época donde en EE.UU todavía era grande la posición abstencionista esta metáfora solamente se puede calificar de clarividente. A un tiempo es terrible pensar en lo profético de la imagen.

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