Título Original: The Man who Shot Liberty Balance.
Género: Western.
Director: John Ford
Intérpretes: John Wayne, James Stewart, Lee Marvin, Vera
Miles.
Nacionalidad: Estadounidense.
Impresiones
Si piensan que el western es un
continuo cliché repetitivo de indios contra vaqueros, peleas en el saloon, y
pueblos desérticos con plantas rodadoras, quizá esta película pueda
convencerles de lo contrario. Cada vez que veo “El Hombre que Mató a Liberty Balance”
me quedo un rato pensativo, repasando los temas que han paseado por la
película. Y ahí tenemos la disyuntiva entre realidad y leyenda, la alternativa
entre el uso de la violencia y el uso de la ley, el funcionamiento del sistema
democrático, la importancia de la prensa libre, el sacrificio, el amor y la
amistad. Casi nada, oigan.
John Ford sitúa la película en el
inicio de la transición de un periodo a otro del Oeste. Inicialmente vemos un
panorama presa del bandidaje, la violencia, y la temeraria ley del revólver; y
sin embargo ya se barrunta la pacificación, la llegada del ferrocarril, de los
hombres de leyes, de la conexión con la legalidad y el orden del resto del
país. Esta película podría ser por lo tanto la madre de todos los western
crepusculares; la sensación de fin de ciclo está muy presente. Y sobre todo
porque se debate entre la nostalgia de un Oeste salvaje, pero épico, y la
esperanza en el progreso y la civilización.
Ranson Stoddard (James Stewart)
es un joven e idealista abogado que llega del este a la localidad de Shinbone
para tratar de poner orden y justicia de forma legítima y legal, sin necesidad
de recurrir al revolver. Sin embargo poco antes de llegar tiene un encontronazo
con Liberty Valance (Lee Marvin), un cruel bandolero que aterroriza a la región,
y del que sale indemne por poco. Afortunadamente es recogido y llevado a
Shinbone por Tom Doniphon (John Wayne). Una vez en el pueblo, Stoddard es
acogido por los dueños de la taberna local donde podrá quedarse hasta que se
recupere, pagando su estancia lavando platos. Sin embargo, los choques con
Liberty Valance continúan y todo apunta a un enfrentamiento declarado que
Stoddard y Doniphon ven de manera distinta; el primero querrá usar la ley y el
segundo el revólver. Súmese a eso la especie de triángulo amoroso entre
Stoddard, Doniphon y Hallie, hija de los dueños de la taberna.
“EL Hombre que Mató a Liberty Valance” marca una frontera en el western, como si sus rudimentos más básicos
llegaran a su fin y a partir de ella comenzase un nuevo Oeste. Del mismo modo
que en la película hay una lucha entre lo viejo y lo nuevo. A partir de
entonces se enseñorearán del género los westerns europeos (ahí tenemos al
Spaguetti Western) o los violentos y crepusculares como los de Peckinpah. Al
menos eso se suele decir; al propio Ford aún le quedaba por dirigir “El Gran
Combate” (1964) y a Hawks, “El Dorado” (1966) y “Río Lobo” (1970). Incluso
posteriormente John Wayne ganó su Oscar con “Valor de Ley” (1969).
De todos modos tras esta película
sí que es posible que algo cambiara, que fuese un punto y aparte. “El Hombre
que Mató a Liberty Valance” es la elegía
a un tiempo, para bien o para mal, superado. Cuando el Oeste dejó de ser
salvaje.
Análisis
Dirección: Una novedad respecto a otros western de John Ford es el
carácter intimista de la obra. Olvídense del Monument Valley, grandes praderas
o imponentes desfiladeros; en “El Hombre que Mató a Liberty Valance” predominan
las escenas interiores y los diálogos. John Ford hace un trabajo de dirección
sencillo pero lírico, usando imágenes tristes y evocadoras como la flor de
cactus. Uno de los grandes méritos de John Ford es su apabullante capacidad
para hacer bellas películas sin manierismo ni excesos formales. Y sobre todo es
un narrador tremendo; o, a juzgar por el tema de la película, un enamorado de
los cantares de gesta.
Actuaciones: Solo es necesario enumerar los actores para satisfacer
los sueños húmedos de los amantes del cine clásico: John Wayne, James Stewart y
Lee Marvin juntos en una película. John Wayne es el empaque, la presencia, los
andares; la estampa del perfecto vaquero y fiel alegoría del Oeste salvaje y
peligroso que le ha tocado vivir y que empieza a desaparecer. James Stewart, a
pesar de ser un hombre de leyes y no de armas, no es un cobarde ni un
pusilánime; al contrario, es un personaje corajudo y arrojado que actúa de
manera casi suicida si de defender su ideario se trata. Ambos están magníficos
añadiendo, según corresponda, energía, rabia contenida o enfado manifiesto. El
malo, está a la altura. Lee Marvin, tiene un rostro perfecto para ser villano
o, por lo menos, para hacer de hombre enojado y ceñudo. Su personaje de Liberty
Valance causa una antipatía natural, lo que no es sino un elogio a sus virtudes
actorales.
Cometeríamos una gran injusticia
si no mencionáramos a Vera Miles (quizá la recuerden por su papel en “Psicosis”
-1960-) en el papel de Hallie, que junto con Stoddard y Doniphon formará un
triángulo no siempre armonioso. Hallie se verá atraída por el coraje legalista
de Stoddard y su intención de instruir y
alfabetizar al pueblo de Shinbone. La actuación de Vera Miles es estupenda, y
lograr trasmitir fuerza en un lugar y un tiempo que la deja postergada en
muchos aspectos; sin embargo actúa con un sentido de la libertad más alto del
que parece. Como curiosidad, entre el reparto aparece brevemente Lee Van Cleef,
que poco más tarde emprendería una larga carrera en el western europeo. Sus
títulos más selectos son “La Muerte Tenía un Precio” (1965) o “El Bueno, El Feo
y El Malo” (1966).
Guion: Una idea, un concepto, unos arquetipos. Esos son los
personajes principales; John Wayne es el salvaje Oeste que se va alejando,
James Stewart es la llegada de la “civilización” y “Liberty Valance” el mal a
vencer, el enemigo común cuya eliminación será el primer paso para una época
nueva. Hay pasiones más íntimas que humanizan la significación de los
personajes, como por ejemplo la relación de los dos protagonistas con Vera
Miles. John Wayne, rudeza aparte, tiene un bloqueo sentimental enorme, todo el
mundo sabe sus intenciones respecto Hallie pero es incapaz de mostrarlas
abiertamente; James Stewart ni siquiera busca atraerla, pero a Hallie le atrae
su intención pacificadora y su altruismo en determinados momentos.
La historia es todo un compendio
de ideas, y sin resultar un tocho petulante supone una lección práctica del
sistema democrático en general y del estadounidense en particular. El papel que
juega la prensa libre es perfectamente expuesto por el periodista local Dutton
Peabody. Aun así, no es una película particularmente cerebral o discursiva;
prima más el sentimiento, sobre todo de leve tristeza. Tiene, por cierto, uno
de los mejores usos del flashback que yo recuerde. Por cierto, el guion se basa
en un relato de Dorothy M Johnson, respetadísima autora del género western.
Factura Técnica: Quizá la elección del blanco y negro, cuando Ford
ya había hecho westerns importantísimos en color, sea significativa. La
fotografía es como un generador, como un catalizador de la nostalgia, un
sistema que empezaba a ser de otros tiempos. Como algunos personajes de la
película. También destaca la escasez de los apabullantes paisajes de otros
westerns, como “Centauros del Desierto” (1956) o “Fort Apache” (1948). Ford
aquí prefiere que el intimismo, los lugares cerrados y los diálogos sean los
que lleven la voz cantante. Lo cual no significa que no saque provecho al
blanco y negro para ofrecernos algunas imágenes magníficas; el algún momento
concreto incluso hay alguna reminiscencia al antiguo expresionismo alemán.
ZONA SPOILER
-Es una historia de estructura
circular, comienza y acaba en la Shinbone moderna, y la parte mollar de la
historia ocupa prácticamente casi todo el metraje en un gigantesco flashback.
-Lo cual no quita que el prólogo
sea memorable. En un primer momento nos hace sentirnos tristes sin saber muy
bien por qué. Hallie visita una antigua casi en ruinas con flores de cactus
alrededor y sabemos que Stoddard viene al funeral de un viejo amigo. Ambas
escenas confluyen en el personaje de Doniphon, pero todavía no sabemos quién
es. Shinbone es ahora un lugar muy distinto.
-Ford es muy pudoroso con el
dolor. En el prólogo no nos enseña el cadáver de Tom Doniphon, solo vemos el
ataúd. Si acaso lo vemos a través de los ojos de Stoddard, que reclama que
alguien traiga los zapatos de su viejo amigo. Y su revolver. Todo ello nos
lleva a pensar que los últimos años de Tom fueron poco menos que mendicantes.
-Estamos ante el bistec más
célebre de la historia del cine. Cuando Liberty Valance pone la zancadilla a
Stoddard mientras va cargado con los platos y Doniphon suelta aquello de “ese
es mi bistec Liberty”, tenemos la sensación de que se va a armar una buena.
Pero no es así, todo queda aplazado.
-De hecho, el único duelo de la
película es totalmente desmitificador. Empieza con Liberty jugueteando con
Stoddard y acaba con Doniphon disparando a escondidas.
-Cuando Stoddard discursea en su
clase sobre que los EE.UU son una república de hombres libres donde se puede
cambiar al gobernante con el voto, vemos que misteriosamente la voz del doblaje
cambia. Ya saben lo que significa, la censura franquista metió tijera en ese
tramo. Se ve que el oír las palabras “democracia” y “república” era demasiado
para la caspa censora.
-La gente cree que Stoddard es el
que ha disparado y matado a Liberty Balance, pero luego veremos que en realidad
ha sido Doniphon a escondidas, desde una calle lateral. Stoddard no lo sabrá hasta
días después, en la convención para elegir delegados. Se lo cuenta el propio
Doniphon. Es necesario que parezca que el que triunfa es la ley y el orden (que
representa Stoddard) y no Doniphon (que representa la ley del revolver más
rápido). Todo el mundo creerá que Stoddard ha matado a Liberty Balance, pero en
realidad ha sido Doniphon. Además intuye que Hallie prefiere al abogado, con lo
que además este gesto supone que renuncia a su amada en favor del otro hombre.
Es un doble sacrificio.
-Esta película es el culmen
fordiano sobre la disyuntiva entre mito y realidad.
Escena Favorita
-Ver a Tom Doniphon quemar la
casa donde tenía proyectado vivir con Hallie, tras intuir que ésta prefiere a
Stoddard, es una imagen tristísima, desoladora. Junto con el duelo “mitificado”
que acaba de ocurrir, significa la culminación del doble sacrificio. Ahora
sabemos por qué nos daba pena ver la casa derruida del prólogo. Pura amalgama
épico-poética.
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