martes, 13 de noviembre de 2018

El Hombre Que Mató a Liberty Valance (1962)


Título Original: The Man who Shot Liberty Balance.

Género: Western.

Director: John Ford

Intérpretes: John Wayne, James Stewart, Lee Marvin, Vera Miles.

Nacionalidad: Estadounidense.



Impresiones
Si piensan que el western es un continuo cliché repetitivo de indios contra vaqueros, peleas en el saloon, y pueblos desérticos con plantas rodadoras, quizá esta película pueda convencerles de lo contrario. Cada vez que veo “El Hombre que Mató a Liberty Balance” me quedo un rato pensativo, repasando los temas que han paseado por la película. Y ahí tenemos la disyuntiva entre realidad y leyenda, la alternativa entre el uso de la violencia y el uso de la ley, el funcionamiento del sistema democrático, la importancia de la prensa libre, el sacrificio, el amor y la amistad. Casi nada, oigan.


John Ford sitúa la película en el inicio de la transición de un periodo a otro del Oeste. Inicialmente vemos un panorama presa del bandidaje, la violencia, y la temeraria ley del revólver; y sin embargo ya se barrunta la pacificación, la llegada del ferrocarril, de los hombres de leyes, de la conexión con la legalidad y el orden del resto del país. Esta película podría ser por lo tanto la madre de todos los western crepusculares; la sensación de fin de ciclo está muy presente. Y sobre todo porque se debate entre la nostalgia de un Oeste salvaje, pero épico, y la esperanza en el progreso y la civilización.



Ranson Stoddard (James Stewart) es un joven e idealista abogado que llega del este a la localidad de Shinbone para tratar de poner orden y justicia de forma legítima y legal, sin necesidad de recurrir al revolver. Sin embargo poco antes de llegar tiene un encontronazo con Liberty Valance (Lee Marvin), un cruel bandolero que aterroriza a la región, y del que sale indemne por poco. Afortunadamente es recogido y llevado a Shinbone por Tom Doniphon (John Wayne). Una vez en el pueblo, Stoddard es acogido por los dueños de la taberna local donde podrá quedarse hasta que se recupere, pagando su estancia lavando platos. Sin embargo, los choques con Liberty Valance continúan y todo apunta a un enfrentamiento declarado que Stoddard y Doniphon ven de manera distinta; el primero querrá usar la ley y el segundo el revólver. Súmese a eso la especie de triángulo amoroso entre Stoddard, Doniphon y Hallie, hija de los dueños de la taberna.



“EL Hombre que Mató a Liberty Valance” marca una frontera en el western, como si sus rudimentos más básicos llegaran a su fin y a partir de ella comenzase un nuevo Oeste. Del mismo modo que en la película hay una lucha entre lo viejo y lo nuevo. A partir de entonces se enseñorearán del género los westerns europeos (ahí tenemos al Spaguetti Western) o los violentos y crepusculares como los de Peckinpah. Al menos eso se suele decir; al propio Ford aún le quedaba por dirigir “El Gran Combate” (1964) y a Hawks, “El Dorado” (1966) y “Río Lobo” (1970). Incluso posteriormente John Wayne ganó su Oscar con “Valor de Ley” (1969).




De todos modos tras esta película sí que es posible que algo cambiara, que fuese un punto y aparte. “El Hombre que Mató a  Liberty Valance” es la elegía a un tiempo, para bien o para mal, superado. Cuando el Oeste dejó de ser salvaje.

Análisis

Dirección: Una novedad respecto a otros western de John Ford es el carácter intimista de la obra. Olvídense del Monument Valley, grandes praderas o imponentes desfiladeros; en “El Hombre que Mató a Liberty Valance” predominan las escenas interiores y los diálogos. John Ford hace un trabajo de dirección sencillo pero lírico, usando imágenes tristes y evocadoras como la flor de cactus. Uno de los grandes méritos de John Ford es su apabullante capacidad para hacer bellas películas sin manierismo ni excesos formales. Y sobre todo es un narrador tremendo; o, a juzgar por el tema de la película, un enamorado de los cantares de gesta.

Actuaciones: Solo es necesario enumerar los actores para satisfacer los sueños húmedos de los amantes del cine clásico: John Wayne, James Stewart y Lee Marvin juntos en una película. John Wayne es el empaque, la presencia, los andares; la estampa del perfecto vaquero y fiel alegoría del Oeste salvaje y peligroso que le ha tocado vivir y que empieza a desaparecer. James Stewart, a pesar de ser un hombre de leyes y no de armas, no es un cobarde ni un pusilánime; al contrario, es un personaje corajudo y arrojado que actúa de manera casi suicida si de defender su ideario se trata. Ambos están magníficos añadiendo, según corresponda, energía, rabia contenida o enfado manifiesto. El malo, está a la altura. Lee Marvin, tiene un rostro perfecto para ser villano o, por lo menos, para hacer de hombre enojado y ceñudo. Su personaje de Liberty Valance causa una antipatía natural, lo que no es sino un elogio a sus virtudes actorales.

Cometeríamos una gran injusticia si no mencionáramos a Vera Miles (quizá la recuerden por su papel en “Psicosis” -1960-) en el papel de Hallie, que junto con Stoddard y Doniphon formará un triángulo no siempre armonioso. Hallie se verá atraída por el coraje legalista de  Stoddard y su intención de instruir y alfabetizar al pueblo de Shinbone. La actuación de Vera Miles es estupenda, y lograr trasmitir fuerza en un lugar y un tiempo que la deja postergada en muchos aspectos; sin embargo actúa con un sentido de la libertad más alto del que parece. Como curiosidad, entre el reparto aparece brevemente Lee Van Cleef, que poco más tarde emprendería una larga carrera en el western europeo. Sus títulos más selectos son “La Muerte Tenía un Precio” (1965) o “El Bueno, El Feo y El Malo” (1966).

Guion: Una idea, un concepto, unos arquetipos. Esos son los personajes principales; John Wayne es el salvaje Oeste que se va alejando, James Stewart es la llegada de la “civilización” y “Liberty Valance” el mal a vencer, el enemigo común cuya eliminación será el primer paso para una época nueva. Hay pasiones más íntimas que humanizan la significación de los personajes, como por ejemplo la relación de los dos protagonistas con Vera Miles. John Wayne, rudeza aparte, tiene un bloqueo sentimental enorme, todo el mundo sabe sus intenciones respecto Hallie pero es incapaz de mostrarlas abiertamente; James Stewart ni siquiera busca atraerla, pero a Hallie le atrae su intención pacificadora y su altruismo en determinados momentos.

La historia es todo un compendio de ideas, y sin resultar un tocho petulante supone una lección práctica del sistema democrático en general y del estadounidense en particular. El papel que juega la prensa libre es perfectamente expuesto por el periodista local Dutton Peabody. Aun así, no es una película particularmente cerebral o discursiva; prima más el sentimiento, sobre todo de leve tristeza. Tiene, por cierto, uno de los mejores usos del flashback que yo recuerde. Por cierto, el guion se basa en un relato de Dorothy M Johnson, respetadísima autora del género western.

Factura Técnica: Quizá la elección del blanco y negro, cuando Ford ya había hecho westerns importantísimos en color, sea significativa. La fotografía es como un generador, como un catalizador de la nostalgia, un sistema que empezaba a ser de otros tiempos. Como algunos personajes de la película. También destaca la escasez de los apabullantes paisajes de otros westerns, como “Centauros del Desierto” (1956) o “Fort Apache” (1948). Ford aquí prefiere que el intimismo, los lugares cerrados y los diálogos sean los que lleven la voz cantante. Lo cual no significa que no saque provecho al blanco y negro para ofrecernos algunas imágenes magníficas; el algún momento concreto incluso hay alguna reminiscencia al antiguo expresionismo alemán.

ZONA SPOILER

-Es una historia de estructura circular, comienza y acaba en la Shinbone moderna, y la parte mollar de la historia ocupa prácticamente casi todo el metraje en un gigantesco flashback.

-Lo cual no quita que el prólogo sea memorable. En un primer momento nos hace sentirnos tristes sin saber muy bien por qué. Hallie visita una antigua casi en ruinas con flores de cactus alrededor y sabemos que Stoddard viene al funeral de un viejo amigo. Ambas escenas confluyen en el personaje de Doniphon, pero todavía no sabemos quién es. Shinbone es ahora un lugar muy distinto.

-Ford es muy pudoroso con el dolor. En el prólogo no nos enseña el cadáver de Tom Doniphon, solo vemos el ataúd. Si acaso lo vemos a través de los ojos de Stoddard, que reclama que alguien traiga los zapatos de su viejo amigo. Y su revolver. Todo ello nos lleva a pensar que los últimos años de Tom fueron poco menos que mendicantes.

-Estamos ante el bistec más célebre de la historia del cine. Cuando Liberty Valance pone la zancadilla a Stoddard mientras va cargado con los platos y Doniphon suelta aquello de “ese es mi bistec Liberty”, tenemos la sensación de que se va a armar una buena. Pero no es así, todo queda aplazado.

-De hecho, el único duelo de la película es totalmente desmitificador. Empieza con Liberty jugueteando con Stoddard y acaba con Doniphon disparando a escondidas.

-Cuando Stoddard discursea en su clase sobre que los EE.UU son una república de hombres libres donde se puede cambiar al gobernante con el voto, vemos que misteriosamente la voz del doblaje cambia. Ya saben lo que significa, la censura franquista metió tijera en ese tramo. Se ve que el oír las palabras “democracia” y “república” era demasiado para la caspa censora.

-La gente cree que Stoddard es el que ha disparado y matado a Liberty Balance, pero luego veremos que en realidad ha sido Doniphon a escondidas, desde una calle lateral. Stoddard no lo sabrá hasta días después, en la convención para elegir delegados. Se lo cuenta el propio Doniphon. Es necesario que parezca que el que triunfa es la ley y el orden (que representa Stoddard) y no Doniphon (que representa la ley del revolver más rápido). Todo el mundo creerá que Stoddard ha matado a Liberty Balance, pero en realidad ha sido Doniphon. Además intuye que Hallie prefiere al abogado, con lo que además este gesto supone que renuncia a su amada en favor del otro hombre. Es un doble sacrificio.

-Esta película es el culmen fordiano sobre la disyuntiva entre mito y realidad.

Escena Favorita

-Ver a Tom Doniphon quemar la casa donde tenía proyectado vivir con Hallie, tras intuir que ésta prefiere a Stoddard, es una imagen tristísima, desoladora. Junto con el duelo “mitificado” que acaba de ocurrir, significa la culminación del doble sacrificio. Ahora sabemos por qué nos daba pena ver la casa derruida del prólogo. Pura amalgama épico-poética.






No hay comentarios:

Publicar un comentario