Encuentros en la Tercera Fase (1977)

Título Original: “Close Encounters of the Third Kind”

Género: Ciencia Ficción.

Director: Steven Spielberg

Reparto: Richard Dreyfuss, Teri Garr, Melida Dillon, François Truffaut.

Nacionalidad: Estadounidense.

Impresiones

Esta película tiene una gran abundancia de fascinación. En primer lugar fascinación de Spielberg por la historia (recordemos que es uno de los pocos casos en los que aparece en los créditos como guionista), casi como la de un niño mirando los cielos nocturnos mientras lo escruta en busca de prodigios. En segundo lugar la fascinación del espectador al toparse con una memorable recreación de una historia de corte fantástico, de altos vuelos y asombrosa filmación.

En efecto, desde el punto de vista técnico “Encuentros en la Tercera Fase” deja numerosos detalles que incluso hoy en día todavía forman parte de la cultura popular. Sin embargo el despliegue técnico no es una vulgar exhibición de poder, hay método detrás del virtuosismo. Hablo sencillamente de un guion sólido, bifurcado entre un lado racional (dentro de los que cabe), científico y organizado en el que diversas eminencias y organismos siguen varias pistas ufológicas a lo largo del mundo y un lado más emocional, en la que una familia parece descomponerse ante uno de los encuentros con entidades extraterrestres.

Yo diría que el ingrediente principal, fascinación aparte, es la sensación de que siempre hay algo misterioso o intrigante en cada punto de la historia. No olvidemos que Spielberg es un excelente generador  de intriga y puede jugar con gran facilidad con la intensidad y la tensión del espectador, detalle obviado casi siempre por la patulea de “cinéfilos de pata negra” (que diría Juan Manuel de Prada) que reducen al director estadounidense a un lugar común de blandenguería familiar y atorrante.

Nada de eso señores, los primeros encuentros con los alienígenas tienen un conseguidísimo suspense basado en un magnífico sentido de la sugerencia (ver la zona de spoiler) y una ajustada ambigüedad sobre las intenciones de los extraterrestres.

La historia nos habla del encuentro que tiene un padre de familia, un gran Richar Dreyfuss, estándar norteamericana con lo que, más que probablemente, parece ser un ovni. Tan inusual experiencia marcará, para peor, todo su devenir psicológico en forma de una agotadora crisis familiar. La única obsesión de Roy Neary, que así se llama el sujeto, será encontrar respuestas a cualquier coste incluso a despecho de su mujer e hijos.

La otra parte de la historia se irá intercalando con la primera hasta que ambas se encuentren y se precipite el desenlace. La segunda parte está protagonizada por una serie de ufólogos comandados por el entusiasta Claude Lacombe (nada más y nada menos que François Truffaut) y el seguimiento que hacen de diversos prodigios que conculcan todas las leyes del espacio tiempo; las secuencias que transcurren en el Desierto del Gobi o en la India son espectaculares. Los tramos de esta parte de la película son más racionales y, a su modo, más científicos. En una historia de estas características, por su propio contenido, es difícil hablar de verosimilitud, pero desde un punto de visto ufológico da la impresión de mostrar cierto rigor o al menos plausibilidad.

En el último tercio de película ambos tramos de historia convergen en un final apoteósico y visualmente barroco. Acaso por eso, como bien señala el crítico Peter Bradshaw, quizá sea la película de Spielberg que más se asemeja a una epopeya a la antigua.

Supongo que con Spielberg no puedo, ni lo pretendo, ser objetivo. Sus películas y las producciones de Amblin fueron un sabroso alimento cinematográfico en mi niñez y aún hoy me parecen frescas y sustanciosas. En “Encuentros en la Tercera Fase” podremos ver algunas de las mejores virtudes de Steven Spielbeg, como por ejemplo su enorme inteligencia visual y su extraordinario don de narrador. Aún a día de hoy me sigo fascinando con esta película.

Para Ray Bradury era su película de ciencia ficción favorita. Sirva como detalle significativo.

Análisis

Dirección: Un detalle que me encanta dentro de las habilidades narrativas de Spielberg es el uso casi hitchcockiano de la sugerencia para generar tensión. Ya anteriormente había mostrado que enseñar la causa de la amenaza lo más tarde posible (“Tiburón” -1975-) o ni siquiera mostrarla (el conductor de “El Diablo Sobre Ruedas” -1971-) resulta de los más perturbador. La narración es fluida y tensa, sin que por ello se esquive el factor emocional.  Es curioso como en los años setenta se podía considerar a Spielberg como un director muy vinculado al terror. A las citadas “El Diablo sobre Ruedas” y “Tiburón”, podríamos añadir la ignota y más bien fallida “Something Evil” (1972). Algún toque todavía, con menos aristas, todavía sobrevive aquí y hace que historia sea más poderosa.

Actuaciones: Absolutamente convincentes. Richard Dreyfuss asume perfectamente el papel de “contactado” paranoico y construye en el tramo central de la película una buena representación dramática y paranoica. Personalmente su personaje de Roy Neary es incluso a veces un poco antipático, su obsesión ufológica le lleva a alejarse y dejar de la lado a su familia sin que ello le pese mucho (la obsesión con el padre ausente es una tónica en varias películas de Spielberg).  Para Richard Dreyfuss sería un año magnífico; al éxito mundial de “Encuentros en la Tercera Fase” se le sumó la consecución del Óscar como mejor actor protagonista por “La Chica del Adiós”. Teri Garr , la atribulada esposa, cumple sobradamente como sufrido contrapeso a los supuestos pájaros en la cabeza de de Richard Dreyfuss. Melinda Dillon, el apoyo y la cómplice de Richard Dreyfuss, optó incluso a un Óscar.

Uno de los activos de la película es contar en su reparto con el legendario director francés François Truffaut, uno de los padres fundadores de la Nouvelle Vague, en el papel del tenaz ufólogo Lacombe. Suponemos que fue todo un honor para Spielberg poder contar con él, toda vez que la película de Truffaut “La Noche Americana” (1973) siempre la suele mencionar entre sus favoritas. El realizador francés realiza un trabajo solvente como entusiasta científico y su desconocimiento total del inglés incluso ayuda para remarcar la sensación de asombro ante varios de los acontecimientos de los que será testigo.

Guion: La idea de hacer esta película le rondaba a Spielberg desde hace años. En principio del guion se iba a encargar nada más y nada menos que Paul Schrader, guionista de “Taxi Driver” y “Toro Salvaje”, pero Spielberg encontró  horrendo un primer borrador y lo reescribió prácticamente entero. O eso se dice. De cualquier modo es el único caso, junto con “Poltergeist” (1982) y un episodio de “En los Límites de la Realidad” (1983), en que Spielberg es acreditado como guionista. La película empieza en el desierto de Sonora (México) en plena tormenta de arena, mientras unos ufólogos rastrean un prodigio inexplicable. La trama concerniente a la familia de Roy  Neary llega justo después y se irá intercalando de forma cristalina, sin barullos, para acabar fundiéndose perfectamente en el clímax final. La intriga más íntima y familiar y la más misteriosa y grandilocuente están coordinadas a la perfección en un excelente montaje.

Factura Técnica: Estando Spielberg a los mandos, este apartado ha de ser notable y relevante. Particularmente atrayentes son las escenas nocturnas y la magnificencia de los cielos estrellados. Este preciosismo noctívago otorga una hermosa sensación de recogimiento, que solo se ve truncada por la aparición flamígera de las naves. Naves, por cierto, de color restallante y diseño magnífico; monumental si hablamos de la nave nodriza. Desde el punto de vista musical, aparte de las clásicas cinco notas que sirven de patrón comunicativo, hay una excelente banda sonora de John Williams. Curiosamente la banda sonora se compuso antes de acabar la película y Spielberg fue adaptando las escenas a lo que ya se había grabado. Desde cualquier punto de vista, técnicamente esta película es admirable. De hecho se llevó un Óscar a la mejor fotografía y otro especial a la mejor edición de sonido.

ZONA SPOILER

-Uno de los grandes aciertos del guion, es que parte del “enigma alienígena” se halle impreso en el inconsciente de algunos de los contactados. Roy Neary, por ejemplo, se obsesiona con una forma similar a una montaña y no para reproducir su imagen tanto con la espuma de afeitar como con el puré de patatas. Pero no sabe que representa. Luego resulta que la forma coincide con el lugar contacto entre hombres y alienígenas: La Torre del Diablo, en Wyoming. Estos signos subliminales aumentan la sensación de misterio.

-El viaje de los ufólogos a través del mundo deja imágenes breves pero impresionantes. Así, por ejemplo, el inicio en el Desierto de Sonora y la aparición de varios aviones de combate desaparecidos es espectacular. Como lo son el barco aparecido en el Desierto del Gobi o la tremenda aglomeración de gente en la India cantando las clásicas cinco notas y señalando al cielo.

-El tramo final en La Torre del Diablo y que conduce al encuentro con los extraterrestres es de un virtuosismo apabullante. Visualmente, el campo de aterrizaje, los cielos y las naves siguen siendo fascinantes hoy en día. La conjunción con la clave musical de cinco notas, a modo de comunicación, es un festín para los sentidos.

-Tiene más momentos opresivos de los que parece. La escena de la abducción del niño en la casa acaba siendo un angustioso acoso y derribo. La actuación de Melinda Dillon tratando de tapar cualquier hueco de entrada es muy intensa. De hecho no sabemos nada de la catadura moral, o de las intenciones, de los extraterrestres hasta el encuentro final. Afortunadamente son buena gente.

-Hay gente que quiere ver una dimensión espiritual en la película, basándose en el bagaje cultural judío de Spielberg. De esta forma, La Torre del Diablo sería una especie de Monte Sinaí. Sí que es cierto que en un momento dado la familia Neary está viendo “Los Diez Mandamientos” en la tele. Spielberg en alguna declaración lo asociaba a La Guerra Fría. Si nos podíamos comunicar con seres extraterrestres ¿por qué no con los soviéticos?

-La pasión y curiosidad por los ovnis por parte de Roy Neary es más fuerte que cualquier vínculo que pueda tener con cualquier personaje de la película. Cuando se introduce en la nave nodriza no siente la menor lástima por dejar a su familia (aunque la familia ya le había dejado, realmente). También se olvida de la incipiente atracción mutua que surge con la madre del niño abducido.

Escena Favorita

El primer contacto de Roy Neary con los extraterrestres es un ejemplo de tensión sostenida mediante la sutileza. Roy, en mitad de un enorme y misterioso apagón, está parado dentro de su camioneta consultando un mapa de carreteras. Al fondo se ven las luces pasar de varios coches que pasan al lado de la camioneta. Sin embargo en un momento dado, cuando Roy no lo percibe al estar ocupado con el mapa, de fondo vemos unas luces que en lugar de rodear al coche, se elevan sobre él (las luces de una nave, vamos).  Roy ni se da cuenta, pero el espectador sí sabe que algo raro está pasando y espera llevarse un susto de momento a otro. Luego, efectivamente la nave sí que hará notoria su presencia. Así se crea intriga, cuando sutilmente los protagonistas no ven todo lo que debieran.