martes, 7 de agosto de 2018

Recuerda (1946)


Título Original: “Spellbound”

Género: Intriga

Director: Alfred Hitchcock

Reparto: Gregory Peck, Ingrid Bergman, Michael Chekhov, Leo G. Carroll

Nacionalidad: Estadounidense.



Impresiones
Es curiosa la sensación que tengo con esta película. De un lado, al ver el tratamiento que ha tenido a lo largo de los años o al leer algunos comentarios por la red, tengo la impresión de que “Recuerda” no goza de la reputación casi unánime, como ocurre con otras películas de Htichcock, de ser una obra maestra. Acaso se la mire con cierta condescendencia, como la hermanita menor de obras titánicas de su década como “Rebeca”, “Sospecha” o “Encadenados”. Tal pensamiento puede tener cierta base, pero relegar esta película a categoría de segunda espada no lo creo justo. Sin embargo no hay consenso tampoco en que sea una película fallida o sin valor.


La trama incorpora elementos del psicoanálisis y trata de fundamentar el, por así decirlo, macguffin, en postulados psicológicos. Corriente que, por cierto, era usual en el cine norteamericano de entonces; tenemos los ejemplo de “Vorágine” (1949) de Otto Preminger o “A Través del Espejo” (1946) de Robert Siodmark. En realidad el tema que sobrevuela la película es la batalla entre Cupido y Psique; entre la racionalidad y el impulso;  entre el amor y la lógica.



A la institución mental de Green Manors llega el relevo del veterano director, el doctor Murchison (Leo G. Carroll), que poco antes ha tenido una crisis nerviosa. El nuevo director es el doctor Anthony Edwars (Gregory Peck) que no tardará en tener química con una de las psiquiatras más brillantes de la institución, la doctora Constance Petersen (Ingrid Berman). No obstante, el comportamiento del doctor Edwars comienza a ser errático hasta tal punto que más bien parece un paciente interno que el hombre al mando de la institución. La doctora Petersen comienza a intuir un hecho traumático en el doctor Edwars, lo que añadido a una completa amnesia y a otros acontecimientos harán brotar la sospecha de que no solo no es quien dice ser sino que puede haber cometido algún acto abominable.



En este momento se iniciará una caza del hombre en la que el único apoyo del amnésico Gregory Peck será la doctora Constance Petersen, quien contradiciendo sus férreos y fríos principios científicos se enamora del sospechoso y le acompaña en su huida. También es un viaje a la búsqueda de una identidad perdida por la amnesia ¿es realmente Gregory Peck un asesino o un inocente colateral e injustamente envuelto en el crimen? Quizá aquí radique la diferencia con otros filmes de Hitchcock; mientras en otras películas del británico la trama se construye alrededor de la odisea de un “falso culpable”, en “Recuerda” no sabremos hasta el final si se está buscando a un culpable o aun inocente. Y mientras tanto temeremos por la integridad de Ingrid Bergman.

Una de las críticas que suele recibir la película es la de falta de química entre Gregory Peck e Ingrid Bergman, o al menos el tono frío de su enamoramiento. Bien, desde luego no se alcanza la fogosidad sugerida pero casi erotizante que tenían por esa época Humphrey Bogart y Lauren Bacall, pero desde luego las circunstancias no son las mismas. Gregory Peck es un hombre mentalmente inestable, lo que hace que a ratos hace que nos parezca un pasmarote y a ratos un hombre enfermo de verdad; aunque no libre de sospecha. Por otro lado Ingrid Bergman, si bien se deja llevar, inusualmente en ella, por su instinto, tampoco deja de lado del todo su mente analítica y perspicaz.  Todas estas cuestiones mentales hacen que la relación de ambos esté velada, mediatizada por algo enigmático y extraño. Dentro de este tira y afloja el mentor de Ingrid Bergman, el doctor Alexander Brulov, tratará de reconducir a su antigua alumna hacia el lado racional, haciéndole ver que su amnésico enamorado pueda ser realmente peligroso.



Otro argumento en contra de esta película suele ser que el resultado final está muy influido por el tiránico criterio del productor David O. Selznick, reprimiendo el criterio del propio Htichcock. Ciertamente Selznick estuvo muy encima de todo detalle, siendo incluso el motor del proyecto de la película tras una positiva experiencia con el psicoanálisis. No obstante, Hitchcock es un hombre pundonoroso en lo que a su trabajo se refiere y reducir su influencia en la película sería un análisis alicorto. Hay varios momentos de auténtico deleite, que ni Selznick ni nadien puede bloquear, empezando por lo más básico: la habilidad narrativa.
Alfred Hitchcock es uno de los mejores narradores de la historia del cine porque comprende los resortes de la ficción, entendiendo ésta como una serie de elementos fascinantes que atrapen al espectador y que le inquieten magnéticamente. De todos modos, hubiera sido interesante (o a lo mejor pesado) que Selznick hubiera permitido la inclusión íntegra de la escena onírica diseñada por Salvador Dalí y que duraba veinte minutos, de los cuales solo nos han llegado dos.

“Recuerda” es una película de una atmósfera peculiar, difícil de poner en palabras. Quizá algo fría, pero intensamente entretenida; psicológica, pero sin llegar a la caída en los infiernos de “Vértigo”; clásica y a la vez velada por los fantasmas de traumas custodiados ferozmente por la amnesia. No sé si “reivindicar” es el término más apropiado, estamos hablando de una película que no deja de tener renombre, pero si es conveniente recordar que es una obra que fácilmente puede jugar en las grandes ligas.

Sobre Hitchcock en general solo añadiría que se trata de probablemente mi director favorito. Cuesta creerlo, pero durante mucho años la crítica de monóculo y arte y ensayo miró de soslayo a Hitchcock. Al igual que la Academia, que aparte del honorífico jamás le concedió el Óscar al Mejor Director. Menos mal que gente como Truffaut sensatamente advirtieron que Hitchcock era algo más que “el mago del suspense”, que es algo así como decir que Messi no tiene mal disparo. Igual es una definición un poco rácana. Por cierto que en el libro que transcribe la célebre entrevista entre Truffaut y Hitchcock no se le conceden muchas líneas a esta película. Tampoco hagan mucho caso, los genios pueden decir lo que les dé la gana.



Análisis

Dirección: Insistimos en la sapiencia narrativa de Hitchcock, pero añadiremos la hercúlea capacidad para generar imágenes que se resisten a abandonar la pupila del espectador. Varias de las películas del realizador británico han dejado algunas de las imágenes más poderosas del séptimo arte: la ducha de “Psicosis” (1960), el avión fumigador de “Con la Muerte en los Talones” (1959), el ataque ornitológico que sufre Tippi Hedren en “Los Pájaros” (1963)… “Recuerda” también nos deja escenas de magnificencia carismática, una de ellas con acento español dada la participación de Dalí. Hablamos sin duda de la escena del sueño. La trataremos, junto con otras, en la zona spoiler pero diremos de momento que es marcadamente daliniana y  que su simbolismo es atrayente sin caer en hermetismos exagerados. Tiene el encanto de que Hitchcock se encuentre con el surrealismo. Por lo demás la historia fluye que es una maravilla y afeita cualquier tiempo muerto que pueda haber. Digan lo que digan es una película muy Hitchcock.

Actuaciones: Pues sí, me gusta la pareja protagonista. Destaco, no obstante, a Ingrid Bergman (sin duda una de mis debilidades) cuyo papel es sereno pero imbuido de una gran fortaleza; sin duda es el personaje más fuerte de la película y su afán por tirar del carro será crucial, habida cuenta de que Gregory Peck se encuentra algo turulato. Lo cual no es una crítica, estamos hablando de un personaje de una psique compleja y torturada, que es incapaz de recordar si es un buen hombre o un asesino. ¿Acaso hay encrucijada peor? En cuanto a la química de ambos, está claro que no alcanza las cotas olímpicas de la pareja “Grant-Bergman” de “Encadenados”, pero ¿qué película la tiene? Además, la relación “Peck-Bergman” no podría ser de otra forma. Él, un traumado que quizá sea peligroso; ella, una mujer enamorada  que no sabe si tirar de cerebro o de corazón. A destacar, también, la presencia de dos magníficos secundarios en estado de gracia. Leo G. Carroll en el papel del doctor Murchison, director de Green Manors, y Michael Chekhov en el papel del doctor Alexander Brulov, mentor del personaje de Ingrid Bergman.

Guion: Lo firma uno de los grandes guionistas de la historia, Ben Hetch. Este hombre, llamado el “Shakespeare de Hollywood”, es el autor del guion de por ejemplo: “Luna Nueva” o “Encadenados”. Con estos mimbres la escritura ha de ser necesariamente buena; y así es. Más allá del macguffin de la trama policíaca, lo que se trata es la colisión de dos formas de ver el mundo y las relaciones humanas. Una cientificista, racional, sometida al intelecto puro, que rechaza guiarse por cualquier tipo de emoción y otra emotiva, instintiva y basada en sentimientos más que en teoremas.  Ingrid Bergman (que al principio optaba por la primera vía) no tiene ningún modo de saber si Gregory Peck es culpable o no, pero su instinto y su corazón le dicen que es inocente (“yo no podría enamorarme de un hombre malo). En el otro extremo, su maestro Alexander Brulov sostiene que guiarse por esos argumentos es peligroso y sin base; a la luz de la ciencia psicológica Gregory Peck tiene muchas papeletas de ser culpable. De hecho Brulov es presentado como una persona simpática pero solitaria; alguien volcado solamente en la psiquiatría. Es esclarecedor cuando dice a Ingrid Bergman: “en el trabajo es a menudo donde se encuentra la mayor felicidad”. ¿Quién tendrá razón? En el argumento habrá los suficientes giros y ambigüedades para que duden hasta el final.

Factura técnica: Hitchcock, ya lo  decíamos, es un maestro en la generación de imágenes perdurables. A la famosa escena del sueño podemos añadir algunas otras. Me acuerdo en particular de una escena a solas entre Gregory y Michael Chekhov que transmite un clímax descomunal (está en la zona spoiler). Mención aparte merece la magistral banda sonora de Miklós Rózsa, premiada con un Óscar, y que transita entre lo romántico y lo misterioso haciendo además un memorable uso del theremin. Este apartado es impecable.

ZONA SPOILER

-Finalmente triunfa el amor, el corazón y el instinto. En una carambola a tres bandas, descubierta por la astucia de Ingrid Bergman, resulta que el asesino es Leo G. Carrol. Ya dice el refrán que para mentir hay que tener muy buena memoria y no puedes decir que no conoces a alguien y al final del metraje soltar que sí. Qué narices le echa Ingrid Bergman para convencer al pérfido director de Green Manors de que no la mate. Y de propina se pega un tiro.

-Me fascinan las interpretaciones de sueños; aunque sean una chufa. Que la clave de los sucesos reprimidos de Gregory Peck (y de paso la resolución de casi todas las incógnitas) esté en sus sueños me parece una idea fascinante. No sé si muy científica, pero fascinante. La escena en sí es magnífica; una casa de juegos, unos naipes extraños, ojos rasgados por tijeras, una pistola rueda… No sé si la escena de veinte minutos que se ideó hubiera sido un exceso (probablemente sí) pero hubiera sido, literalmente, una pasada haberla visto.

-No le pidáis a Gregory Peck que muestre la gracia irresistible de, por ejemplo, Cary Grant. Bastante sufre el hombre con su fobia al color blanco con unos surcos por encima. Visión que al pobre hombre le resulta más común de lo que parece. Por eso su compenetración como amante con Ingrid Bergman es un poco tibia. Mucho trauma.

-El cameo de Hitchcock (dejen de leer si quieren descubrirlo por ustedes mismos) ocurre en el ascensor del hotel donde Gregory Peck huye tras saberse que no es el doctor Edwards. Atentos.

Escena Favorita

-Podría haber sido la del sueño, pero me quedo con otra menos célebre. Cuando Gregory Peck está afeitándose en plena noche y la conjunción del jabón y la brocha le hacen caer en un estado de trance ocurre una secuencia virtuosa e inquietante. Gregory Peck llega completamente ido hasta la primera planta, donde está durmiendo Michael Checkhov, agarrando una navaja de afeitar; todos pensamos lo peor. Sin embargo el astuto vejete mantiene el tipo y mientras conversa intrascendentemente con él, se llega a la cocina y le trae un vaso de leche (hay que ver lo que le gustan los vasos de leche a Hitchcock, recuerden “Sospecha”). Gregory Peck, sin control de sí mismo, acepta el vaso de leche que previamente ha sido aderezado con bromuro para dejarlo k.o. En realidad el viejo psiquiatra ya había deducido que Gregory Peck tenía serios problemas mentales, aunque su alumna se lo hubiera presentado como su marido.

Dentro de esta escena hay un encuadre magnífico que nos muestra en primer plano la mano de Gregory Peck sujetando la navaja y a Michael Chekhov viniendo del fondo con el vaso de leche. En ese momento mascamos la tragedia. Casi sentimos la necesidad de avisar desde nuestro asiento al venerable doctor. La intriga convertida en arte.

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