Título Original: The Silence of the Lambs
Género: Thriller psicológico, terror.
Director: Jonatham Demme
Intérpretes: Anthony Hopkins, Jodie Foster, Scott Glenn, Ted
Levine.
Nacionalidad: Estadounidense.
Impresiones
Cuando servidor de ustedes era pequeño,
“El Silencio de los Corderos tenía un estatus de obra magna, de título
imprescindible. Sin tener una noción muy clara del trasiego que siguen las
películas, ni del significado de los premios (por cierto, a veces nulo), la
carátula aparecía por doquier en prensa, anuncios del metro o marquesinas de
autobuses. No pude verificar la excelencia de la película porque yo contaba con
unos 10 años. Sin embargo, ya en la adolescencia, tuve la oportunidad y el
placer de encontrarme con uno de los thrillers más redondos y carismáticos de
la historia del cine.
“El Silencio de los Corderos”,
después del diluvio de slashers de los años 80, traía un concepto más clásico
pero también más audaz de los asesinos en serie. Luego desarrollaremos la idea,
pero se trataba de colocar a la protagonista, la brillante aspirante a agente
del FBI Clarice Starling (Jodie Foster), frente a un antagonista, el despiadado
Buffalo Bill (Ted Levine), y entre medias una figura que debería es el mal puro
pero que se nos posiciona de una manera anómala y ambigua, el Doctor Hannibal
Lecter (Anthony Hopkins).
Alrededor de Hannibal el Caníbal
se ha creado una extensa y vigorosa mitología que abarca varias películas,
novelas y series de tv. Ni siquiera se trata de la primera aparición de Hannibal
Lecter en la pantalla. En 1986 Michael Mann había dirigido “Hunter”, la primera
aparición del siniestro psiquiatra en el cine. En esa película el protagonista
era el agente Will Graham (otro personaje significativo dentro de estas
narraciones, sobre todo a raíz de la serie de TV). Digna película, pero sin
llegar a la excelencia de “El Silencio de los Corderos”.
Uno de los atractivos de “El
Silencio de los Corderos” es la aparición del personaje de Hannibal Lecter.
Instintivamente asociamos la cultura, la educación y el refinamiento a lo bello
y a lo bueno. ¿Cómo podría un amante de las artes, de tan vastísima cultura y
de modales tan impecables ser un asesino en serie? Esta paradoja nos muestra
dos inquietantes elementos; la dificultad de identificar a un ser maligno como
Lecter, que no lleva ninguna “A” de “asesino” pintada en la frente, sino que
aparenta ser lo contrario; por otro lado, la máxima que nos dice que cuanto
mejor es el malo, mejor es la película. Encontraremos algo seductor en Hannibal
Lecter, aunque éticamente nos de arcadas. En el fondo la película, también
habla de la fascinación por el mal.
Existe un antecedente visual,
estilístico, del que quizá bebió “El Silencio de los Corderos” y que no suele
ser muy recordado. Me refiero a “El Exorcista III” (1990), que se caracterizaba
por una atmósfera sucia, incómoda, “fea” y perturbadora. Además, la temática es
relativamente similar; la segunda secuela del exorcista se mete de lleno en el
asunto de los asesinos seriales y abandona la temática de posesiones, etc. La
posterior “Seven” (1995), también bebe de las mismas fuentes y, por qué no, de
la propia “El Silencio de los Corderos”.
Por lo demás, la historia es muy
conocida. La aspirante a agente del FBI Clariece Starling es reclamada para que
establezca contacto en la cárcel con un temible asesino en serie, el psiquiatra
Hannibal Lecter (o Hannibal el Caníbal). La razón de este movimiento es que el
FBI espera que Lecter ayude a la caza de Buffao Bill, un asesino que está
desollando a mujeres jóvenes. Lecter era un eminente psiquiatra y se sospecha,
además, que Buffalo Bill pudo ser paciente suyo hace años. Clarice tratará
conseguir que Lecter ofrezca un perfil psicológico completo de Buffalo Bill,
pero la relación entre ella y el psiquiatra va a ser inesperadamente cercana.
De las secuelas podríamos decir
que ninguna llega a la excelencia de esta película, pero tienen ciertos
elementos de interés. Ridley Scott fue nada más y nada menos el responsable de
dirigir “Hannibal” (2001), donde se contaba de nuevo con una excelente
actuación de Anthony Hopkins. Cierto es que es esta ocasión a la agente
Starling la interpreta Julianne Moore, y que tiene una escena para el recuerdo
con Ray Liotta de por medio, pero no se supera a la película de Jonathan Demme en
casi ningún aspecto. A posteriori, la que podríamos llamar “trilogía con
Hopkins”, se cerró con “El Dragón Rojo” (2002), lo que vendría a ser un
precuela de “El Silencio de los Corderos” y un remake de “Hunter”. Esta
película consigue recuperar parte de la atmósfera sucia y ominosa de la
película de Jonathan Demme, pero no alcanza las mismas cotas.
En 2007 se estrena una precuela
de toda esta mitología llamada ”Hannibal: El Origen del Mal”, donde vemos a un
joven Hannibal Lecter en su proceso formativo para convertirse en un monstruo.
Y para postre tenemos la serie de televisión de hace unos cuantos años con un
gran Mads Mikkelsen interpretando al doctor. Se ve fácilmente la fascinación
que causa Hannibal El Caníbal desde hace tres décadas y cómo , por lo tanto, el
dibujo del malo es esencial en el cine (o en determinado tipo de cine).
Análisis
Dirección: Jonathan Demme
tuvo un momento áureo a principios de los noventa, cuando fue capaz de dirigir
de una tacada “El Silencio de los Corderos “y “Philadelphia” (1993), dos de las
películas más celebradas de su época. Para la película que ocupa nuestro
análisis opta, acertadamente, por una atmósfera exquisitamente sucia y una
narración que se aproxima al charco de la truculencia, pero nunca se zambulle
en él. La fortísima sensación de intriga que se produce en el tramo final de
“El Silencio de los Corderos” requiere la mano de un buen narrador. La carrera de este director es cuanto menos
curiosa, lo mismo grabó unos (memorables) concierto de los Talking Heads (“Stop Making Sense” -1984-), comedias ochenteras como “Algo
Salvaje” (1986) o el remake de “El Mensajero del Miedo” (2004). Tuvo destellos
bastante relevantes dentro de cierta tendencia a la disipación.
Actuaciones: Este apartado
es primoroso. La interpretación de Anthony Hopkins´, que ganó el Óscar, como
Hannibal Lecter es todo un hito en la cultura popular, siendo no solo es un
personaje conocido por cualquier aficionado mediano al cine, sino que ha sido
imitado en sus ademanes por todo quisque. La presencia elegante, tan británica,
de Hopkins sirven de funda para cobijar a uno de los villanos (aunque no
exactamente antagonista) más brillantes y perturbadores de la historia del cine.
Reparen en su mirada gélida, traviesa y perturbada y digan si no sienten
escalofríos. Por cierto, solo aparece 25 minutos en toda la película. Fue el
comienzo de la parte más exitosa de su carrera, que ya era larga y contaba con
títulos como “El Hombre Elefante” (1980) o “El León en Invierno” (1968).
Jodie Foster también se llevó el
Óscar por su magnífica actuación dando vida a la aspirante a Agente del FBI
Clarice Starling. Su papel tiene cierta miga, es un personaje que empieza
siendo una inteligente meritoria y acaba revelándose como una persona más
compleja y traumatizada de lo que parece. Pero también valiente, y de instinto
fiable. Da la réplica lo suficientemente bien como para que Anthony Hopkins no
se la coma (literal y metafóricamente) y muestra una vulnerabilidad que no hace
sino acrecentar su coraje.
Guion: No sé si Thomas
Harris era consciente del personaje y la mitología que estaba a punto de crear
con sus novelas. En cuanto a la historia en sí, tiene algo anómalo dentro. El
bien debe recurrir a una herramienta maligna (el doctor Lecter) para acabar con
otro representante del mal (Buffalo Bill). Además “la herramienta” tiene un
encanto indudablemente magnético, que contrapone la idea que tenemos de lo
culto y refinado como fuente de belleza y bien. Pero es que además no solamente
hay una trama. “El Silencio de los Corderos” tiene varias películas dentro de
sí. La trama policíaca está más o menos clara, sin embargo existe otra
relacionada con la agente Starling. Dentro del inquietante quid pro quo que establece
el doctor Lecter, iremos conociendo la difícil infancia de la agente del FBI y
de qué manera la afecta en el caso de Bufallo Bill. Varias partes de la
película son prácticamente sesiones de psicoanálisis donde Clarice quita las
telarañas a un pertinaz miedo reprimido. El vínculo entre ambas tramas se irá
retroalimentando, de tal modo que tenemos una historia “total” realmente
fascinante.
Factura Técnica: Sórdida,
sucia, pesadillesca. La característica fotografía (de Tak Fujimoto) y la
naturaleza de los lugares que se visitan dejan una huella oscura, totalmente
ominosa, en nuestras retinas. Demme decide emplear ese “feísmo” para aumentar
la sensación de agobio, de constante incomodidad. Algunos lugares son
particularmente desagradables, véase la vivienda de Buffalo Bill o un almacén
donde se encuentra una espeluznante pista. Ya decimos que es posible que haya
cierta influencia de “El Exorcista III”, ligeramente anterior y con algunas
características similares. La música de Howard Shore es contenida pero lo
suficientemente sombría como para crear una siniestra atmósfera.
ZONA SPOILER
-Los primeros compases ya nos
muestran, de forma casi accidental, el carácter de Clarice Starling. Aparece
superando una durísima carrera de obstáculos con obstinada perseverancia. Tal
determinación va a ser decisiva en la resolución del caso.
-Todo el prólogo a la aparición
de Hannibal Lecter es de una tensión muy conseguida. Por un lado, el doctor
Chilton va contando a Clarice las atroces fechorías del psicópata; por otra
parte, la celda de Lecter está al final del pasillo, y ese breve paseo hasta
llegar al lugar de la primera entrevista es muy intenso. Sobre todo, por las
obscenidades que tiene que soportar la pobre Clarice Starling.
-Y luego allí esta. De pie, con
una sonrisa traviesa, maliciosa. Cuando le vemos en la celda de la institución
psiquiátrica vemos su perversión y su inteligencia, pero cuando se escapa a
mitad de película del edificio donde está recluso, ahí lo vemos en plena acción
destructiva. Y cómo.
-Más allá de sus inquietantes
tendencias caníbales, el doctor Lecter es también un gran manipulador. Atisba
una zona débil psicológicamente hablando en Clarice y la explota en ese famoso
quid pro quo. Lo curioso es que Clarice no ofrece demasiada resistencia, como
si realmente fuera consciente de que necesita una terapia porque interiormente
está hecha polvo. Es como si incluso ese juego tuviese una vertiente curativa.
No es un tema baladí, y si no vean el nombre de la película.
-La escena en que examinan el
cuerpo de uno de las chicas encontrada asesinada es particularmente
desagradable. A principios de los 90 probablemente más, ahora estamos más
acostumbrados a exámenes corporales tipo CSI.
-La casa de Buffalo Bill puede
ser una de las viviendas más incómodas de la historia del cine; laberíntica,
fea, a ratos casi parece una caverna con lepidópteros por aquí y por allá.
-Esto es una teoría fan propia
que no sé si tiene mucho sentido. En el primer encuentro Lecter-Sterling, el
doctor cuenta que uno de sus dibujos es una estampa de Florencia, el Duomo
visto desde el Belvedere. Finalmente, Buffalo Bill se encuentra en un
pueblo de Ohio llamado Belvedere. ¿Casualidad? ¿O quizá estaba
ofreciéndonos ya una pista? Ya sabemos lo aficionado que es doctor Lecter a los
jueguecitos, como los anagramas p.ej.
-Tiene sentido que sea en ese
tipo de pueblo donde Clarice pone final, se supone, a su trauma. Es el mismo
tipo de pueblo en el que vivió cuando era pequeña y del que deseaba salir.
Escena favorita
-La confrontación final entre
Buffalo Bill y Clarice en forma de un siniestro juego del escondite. El
psicópata se pone las gafas de visión nocturna y nos ponemos visualmente desde
su punto de vista. Vemos a Clarice sin problemas, pero ella no ve nada. Si
juntamos ambos elementos, el caudal de angustia es tremendo.
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