miércoles, 5 de febrero de 2020

El Silencio de los Corderos (1991)


Título Original: The Silence of the Lambs

Género: Thriller psicológico, terror.

Director: Jonatham Demme

Intérpretes: Anthony Hopkins, Jodie Foster, Scott Glenn, Ted Levine.

Nacionalidad: Estadounidense.



Impresiones

Cuando servidor de ustedes era pequeño, “El Silencio de los Corderos tenía un estatus de obra magna, de título imprescindible. Sin tener una noción muy clara del trasiego que siguen las películas, ni del significado de los premios (por cierto, a veces nulo), la carátula aparecía por doquier en prensa, anuncios del metro o marquesinas de autobuses. No pude verificar la excelencia de la película porque yo contaba con unos 10 años. Sin embargo, ya en la adolescencia, tuve la oportunidad y el placer de encontrarme con uno de los thrillers más redondos y carismáticos de la historia del cine.



“El Silencio de los Corderos”, después del diluvio de slashers de los años 80, traía un concepto más clásico pero también más audaz de los asesinos en serie. Luego desarrollaremos la idea, pero se trataba de colocar a la protagonista, la brillante aspirante a agente del FBI Clarice Starling (Jodie Foster), frente a un antagonista, el despiadado Buffalo Bill (Ted Levine), y entre medias una figura que debería es el mal puro pero que se nos posiciona de una manera anómala y ambigua, el Doctor Hannibal Lecter (Anthony Hopkins).

Alrededor de Hannibal el Caníbal se ha creado una extensa y vigorosa mitología que abarca varias películas, novelas y series de tv. Ni siquiera se trata de la primera aparición de Hannibal Lecter en la pantalla. En 1986 Michael Mann había dirigido “Hunter”, la primera aparición del siniestro psiquiatra en el cine. En esa película el protagonista era el agente Will Graham (otro personaje significativo dentro de estas narraciones, sobre todo a raíz de la serie de TV). Digna película, pero sin llegar a la excelencia de “El Silencio de los Corderos”.



Uno de los atractivos de “El Silencio de los Corderos” es la aparición del personaje de Hannibal Lecter. Instintivamente asociamos la cultura, la educación y el refinamiento a lo bello y a lo bueno. ¿Cómo podría un amante de las artes, de tan vastísima cultura y de modales tan impecables ser un asesino en serie? Esta paradoja nos muestra dos inquietantes elementos; la dificultad de identificar a un ser maligno como Lecter, que no lleva ninguna “A” de “asesino” pintada en la frente, sino que aparenta ser lo contrario; por otro lado, la máxima que nos dice que cuanto mejor es el malo, mejor es la película. Encontraremos algo seductor en Hannibal Lecter, aunque éticamente nos de arcadas. En el fondo la película, también habla de la fascinación por el mal.

Existe un antecedente visual, estilístico, del que quizá bebió “El Silencio de los Corderos” y que no suele ser muy recordado. Me refiero a “El Exorcista III” (1990), que se caracterizaba por una atmósfera sucia, incómoda, “fea” y perturbadora. Además, la temática es relativamente similar; la segunda secuela del exorcista se mete de lleno en el asunto de los asesinos seriales y abandona la temática de posesiones, etc. La posterior “Seven” (1995), también bebe de las mismas fuentes y, por qué no, de la propia “El Silencio de los Corderos”.

Por lo demás, la historia es muy conocida. La aspirante a agente del FBI Clariece Starling es reclamada para que establezca contacto en la cárcel con un temible asesino en serie, el psiquiatra Hannibal Lecter (o Hannibal el Caníbal). La razón de este movimiento es que el FBI espera que Lecter ayude a la caza de Buffao Bill, un asesino que está desollando a mujeres jóvenes. Lecter era un eminente psiquiatra y se sospecha, además, que Buffalo Bill pudo ser paciente suyo hace años. Clarice tratará conseguir que Lecter ofrezca un perfil psicológico completo de Buffalo Bill, pero la relación entre ella y el psiquiatra va a ser inesperadamente cercana.

De las secuelas podríamos decir que ninguna llega a la excelencia de esta película, pero tienen ciertos elementos de interés. Ridley Scott fue nada más y nada menos el responsable de dirigir “Hannibal” (2001), donde se contaba de nuevo con una excelente actuación de Anthony Hopkins. Cierto es que es esta ocasión a la agente Starling la interpreta Julianne Moore, y que tiene una escena para el recuerdo con Ray Liotta de por medio, pero no se supera a la película de Jonathan Demme en casi ningún aspecto. A posteriori, la que podríamos llamar “trilogía con Hopkins”, se cerró con “El Dragón Rojo” (2002), lo que vendría a ser un precuela de “El Silencio de los Corderos” y un remake de “Hunter”. Esta película consigue recuperar parte de la atmósfera sucia y ominosa de la película de Jonathan Demme, pero no alcanza las mismas cotas. 

En 2007 se estrena una precuela de toda esta mitología llamada ”Hannibal: El Origen del Mal”, donde vemos a un joven Hannibal Lecter en su proceso formativo para convertirse en un monstruo. Y para postre tenemos la serie de televisión de hace unos cuantos años con un gran Mads Mikkelsen interpretando al doctor. Se ve fácilmente la fascinación que causa Hannibal El Caníbal desde hace tres décadas y cómo , por lo tanto, el dibujo del malo es esencial en el cine (o en determinado tipo de cine).



Análisis

Dirección: Jonathan Demme tuvo un momento áureo a principios de los noventa, cuando fue capaz de dirigir de una tacada “El Silencio de los Corderos “y “Philadelphia” (1993), dos de las películas más celebradas de su época. Para la película que ocupa nuestro análisis opta, acertadamente, por una atmósfera exquisitamente sucia y una narración que se aproxima al charco de la truculencia, pero nunca se zambulle en él. La fortísima sensación de intriga que se produce en el tramo final de “El Silencio de los Corderos” requiere la mano de un buen narrador.  La carrera de este director es cuanto menos curiosa, lo mismo grabó unos (memorables) concierto de los Talking Heads  (“Stop Making Sense”  -1984-), comedias ochenteras como “Algo Salvaje” (1986) o el remake de “El Mensajero del Miedo” (2004). Tuvo destellos bastante relevantes dentro de cierta tendencia a la disipación.

Actuaciones: Este apartado es primoroso. La interpretación de Anthony Hopkins´, que ganó el Óscar, como Hannibal Lecter es todo un hito en la cultura popular, siendo no solo es un personaje conocido por cualquier aficionado mediano al cine, sino que ha sido imitado en sus ademanes por todo quisque. La presencia elegante, tan británica, de Hopkins sirven de funda para cobijar a uno de los villanos (aunque no exactamente antagonista) más brillantes y perturbadores de la historia del cine. Reparen en su mirada gélida, traviesa y perturbada y digan si no sienten escalofríos. Por cierto, solo aparece 25 minutos en toda la película. Fue el comienzo de la parte más exitosa de su carrera, que ya era larga y contaba con títulos como “El Hombre Elefante” (1980) o “El León en Invierno” (1968).

Jodie Foster también se llevó el Óscar por su magnífica actuación dando vida a la aspirante a Agente del FBI Clarice Starling. Su papel tiene cierta miga, es un personaje que empieza siendo una inteligente meritoria y acaba revelándose como una persona más compleja y traumatizada de lo que parece. Pero también valiente, y de instinto fiable. Da la réplica lo suficientemente bien como para que Anthony Hopkins no se la coma (literal y metafóricamente) y muestra una vulnerabilidad que no hace sino acrecentar su coraje.

Guion: No sé si Thomas Harris era consciente del personaje y la mitología que estaba a punto de crear con sus novelas. En cuanto a la historia en sí, tiene algo anómalo dentro. El bien debe recurrir a una herramienta maligna (el doctor Lecter) para acabar con otro representante del mal (Buffalo Bill). Además “la herramienta” tiene un encanto indudablemente magnético, que contrapone la idea que tenemos de lo culto y refinado como fuente de belleza y bien. Pero es que además no solamente hay una trama. “El Silencio de los Corderos” tiene varias películas dentro de sí. La trama policíaca está más o menos clara, sin embargo existe otra relacionada con la agente Starling. Dentro del inquietante quid pro quo que establece el doctor Lecter, iremos conociendo la difícil infancia de la agente del FBI y de qué manera la afecta en el caso de Bufallo Bill. Varias partes de la película son prácticamente sesiones de psicoanálisis donde Clarice quita las telarañas a un pertinaz miedo reprimido. El vínculo entre ambas tramas se irá retroalimentando, de tal modo que tenemos una historia “total” realmente fascinante.

Factura Técnica: Sórdida, sucia, pesadillesca. La característica fotografía (de Tak Fujimoto) y la naturaleza de los lugares que se visitan dejan una huella oscura, totalmente ominosa, en nuestras retinas. Demme decide emplear ese “feísmo” para aumentar la sensación de agobio, de constante incomodidad. Algunos lugares son particularmente desagradables, véase la vivienda de Buffalo Bill o un almacén donde se encuentra una espeluznante pista. Ya decimos que es posible que haya cierta influencia de “El Exorcista III”, ligeramente anterior y con algunas características similares. La música de Howard Shore es contenida pero lo suficientemente sombría como para crear una siniestra atmósfera.

ZONA SPOILER

-Los primeros compases ya nos muestran, de forma casi accidental, el carácter de Clarice Starling. Aparece superando una durísima carrera de obstáculos con obstinada perseverancia. Tal determinación va a ser decisiva en la resolución del caso.

-Todo el prólogo a la aparición de Hannibal Lecter es de una tensión muy conseguida. Por un lado, el doctor Chilton va contando a Clarice las atroces fechorías del psicópata; por otra parte, la celda de Lecter está al final del pasillo, y ese breve paseo hasta llegar al lugar de la primera entrevista es muy intenso. Sobre todo, por las obscenidades que tiene que soportar la pobre Clarice Starling.

-Y luego allí esta. De pie, con una sonrisa traviesa, maliciosa. Cuando le vemos en la celda de la institución psiquiátrica vemos su perversión y su inteligencia, pero cuando se escapa a mitad de película del edificio donde está recluso, ahí lo vemos en plena acción destructiva. Y cómo.

-Más allá de sus inquietantes tendencias caníbales, el doctor Lecter es también un gran manipulador. Atisba una zona débil psicológicamente hablando en Clarice y la explota en ese famoso quid pro quo. Lo curioso es que Clarice no ofrece demasiada resistencia, como si realmente fuera consciente de que necesita una terapia porque interiormente está hecha polvo. Es como si incluso ese juego tuviese una vertiente curativa. No es un tema baladí, y si no vean el nombre de la película.

-La escena en que examinan el cuerpo de uno de las chicas encontrada asesinada es particularmente desagradable. A principios de los 90 probablemente más, ahora estamos más acostumbrados a exámenes corporales tipo CSI.

-La casa de Buffalo Bill puede ser una de las viviendas más incómodas de la historia del cine; laberíntica, fea, a ratos casi parece una caverna con lepidópteros por aquí y por allá.

-Esto es una teoría fan propia que no sé si tiene mucho sentido. En el primer encuentro Lecter-Sterling, el doctor cuenta que uno de sus dibujos es una estampa de Florencia, el Duomo visto desde el Belvedere. Finalmente, Buffalo Bill se encuentra en un pueblo de Ohio llamado Belvedere. ¿Casualidad? ¿O quizá estaba ofreciéndonos ya una pista? Ya sabemos lo aficionado que es doctor Lecter a los jueguecitos, como los anagramas p.ej.

-Tiene sentido que sea en ese tipo de pueblo donde Clarice pone final, se supone, a su trauma. Es el mismo tipo de pueblo en el que vivió cuando era pequeña y del que deseaba salir.

Escena favorita

-La confrontación final entre Buffalo Bill y Clarice en forma de un siniestro juego del escondite. El psicópata se pone las gafas de visión nocturna y nos ponemos visualmente desde su punto de vista. Vemos a Clarice sin problemas, pero ella no ve nada. Si juntamos ambos elementos, el caudal de angustia es tremendo.


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