Título Original: Lost In Translation
Género: Drama.
Director: Sofia Coppola
Intérpretes: Bill Murray, Scarlett Johansson, Giovanni
Ribisi, Anna Faris.
Nacionalidad: Estadounidense.
Impresiones
Tirando de memoria me transporto
a Marzo de 2004, cuando hice plan para ver esta película con mi buen amigo
Víctor Prats. Fue realmente frustrante ver cómo haciendo gala de un extraño
despiste, nos dijeron que la película ya no estaba en cartelera. Es lo que
tiene procrastinar, aunque no recuerdo muy bien por qué nos demoramos. En
realidad por motivos trágicos y viviendo en Madrid, ese mes recuerdo otras cosas.
Lost in Translation tuvo buen
recorrido en taquilla y notable repercusión entre el público. Por un lado,
Sofia Coppola volvía después de haber dirigido la interesante “Las Vírgenes
Suicidas” y parece que se avecina un talento incipiente dentro cine
independiente. La mezcla del reparto era también de los más interesante. La
película encontraba sustento en la química entre Bill Murray y Scarlett
Johansson, entre los que median treinta y cuatro de edad. Ya habrá tiempo para
hablar de ello, pero sea amor o amistad la relación entre ellos, siempre queda
dentro de los sutil.
De Bill Murray ya conocíamos
muchas cosas. Sus comedias ochenteras como “Cazafantasmas I y II” (1984 y
1989), “Los Fantasmas Atacan al Jefe” (1988), “El Pelotón Chiflado” (1981); su
magnífico trabajo en la gran “Atrapado en el Tiempo” (1993), o su inmersión en
el cine independiente de la mano de Wes Anderson (larga colaboración, por
cierto) con “Academia Rushmore” (1998). Era actor conocido y querido, aunque
nunca del todo reconocido. Su semblante taciturno y sus maneras maduro otoñal
desorientado es una marca de agua de Lost in Translation y, además, una de sus
principales bazas. Se trata de un actor excéntrico, entrañable y talentoso.
Scarlett Johansson era una
estrella que estaba empezando a refulgir con un brillo electrizante. No es
necesario remontarse a “El Hombre que Susurraba a los Caballos” (1998). “La
Joven de la Perla” y “Lost in Translation” fueron dos aldabonazos en toda regla
al mundo de Hollywood. Lo de después es de sobra conocido; tres películas con
Woody Allen (ojo a la portentosa “Match Point” -2005-), “El Truco Final” (2006),
sus encarnaciones de La Viuda Negra en la saga de Los Vengadores… Hasta coronar
en el tiempo presente un año de fábula, que incluye dos nominaciones al Óscar
por “Historia de un Matrimonio” y “Jojo Rabbi). Se trata de una actriz singularmente
talentosa que está acabando de coronar lo que ya se preveía hace mucho.
Soffia Coppola, por su parte,
acumulaba méritos para que su ilustre apellido no fuese un lastre. Después de
cabrear (literalmente) a muchos por su aparición en “El Padrino III”, esperó a
final de los noventa para dar cumplida muestra de su talento. “Las Vírgenes
Suicidas” tuvo un buen reconocimiento de la dupla crítica-público,
reconociéndose como un buen debut. “Lost in Translation” fue la patada en la
puerta definitiva”. Se llevó el Óscar al mejor guion original y fue nominada a
mejor directora. Habida cuenta de que fue el año que “El Retorno del Rey”
arrasó con doce Óscar, podríamos decir que fue un buen resultado. Sofia
demostró tener una voz propia y un lenguaje cinematográfico muy bien
desarrollado. Con treinta y dos años mostraba una capacidad de reflexión
inaudita y una nada desdeñable capacidad para generar atmósferas emocionales.
“Lost in Translation” es una
película que genera opiniones diametralmente encontradas. Tiene bulliciosos
seguidores y furibundos detractores. Yo me encuentra cerca del primer grupo.
Los detractores traen a colación el ritmo lento, las pausas, la supuesta
frialdad, el aburrimiento. Aunque ahora pasaremos a desgranarlo, no puedo estar
más en desacuerdo. Me parece una película tremendamente emocional, que con sus
silencios y laconismos consigue que las zozobras de los personajes sean aún más
hondas.
En fin, servidor tuvo que esperar
a un visionado doméstico para disfrutar de “Lost in Translation” y, poco a
poco, con sucesivos revisados acabar rindiéndose a una obra de una extraña
melancolía que, paradójicamente, a ratos insufla ganas de vivir. La emoción se
va filtrando, horadando, haciendo mella poco a poco, a cambio de tener un poco
de paciencia. Seguramente ya la hayan visto, pero nunca está de más darle otro
visionado.
Análisis
Dirección: Con Sofia
Coppola uno sabe que ritmo va a encontrarse; el ritmo cadencioso, lento,
reflexivo. Transmite del mismo modo con un lacónico pero significativo diálogo
que, sobre todo, con la sugerencia de la imagen. No son pocos los que hablan de
los “tiempos muertos” de Lost in Translation, sin embargo, se me hace difícil
imaginar otra forma de contarlo. Nunca, no obstante, se pierde en el onanismo o
la autocomplacencia inane, los personajes se van dibujando admirablemente y
según van pasando los minutos nos vemos cada vez más compelidos a la emoción.
Maravillosa la conjunción de las grandes panorámicas de Tokyo, bien a pie de
calle o bien desde ventanales de hotel, con la vaporosa banda sonora. La
extraordinaria atmósfera de “Lost in Translation” difícilmente ha sido siquiera
igualada por su directora. Pero pueden encontrar un buen anticipo en su
predecesora, “Las Vírgenes Suicidas”.
Intérpretes: Juntar a dos
actores tan idiosincráticamente opuestos como Bill Murray y Scarlett Johansson
podría haber sido un experimento desastroso, pero felizmente el resultado es
una conjunción única. Scarlett Johansson interpreta perfectamente a Charlotte
una joven recién casada con un profundo sentimiento de desorientación, no del
todo contenta con el rumbo de su vida; es muy duro el peso que lleva, a su edad
se encuentra ya totalmente confusa y no particularmente satisfecha con su
matrimonio. Scarlett interpreta aquí con la mirada, a veces triste, a veces
resignada y compone un personaje inteligente, a la deriva y atractivo en todos
los aspectos de la palabra.
Se complementa milagrosamente con
Bob, esto es Bill Murray, otro naufrago que llega a Tokyo confuso, y cuya
confusión aumenta (dulcemente) al encontrarse con Charlotte. Bill Murray hace
una interpretación elegantísima y transmite cierta ambigüedad emocional; a
veces no somos capaces de identificar si está triste o contento. Esa contención
a veces amenaza con desbordarse, pero adivinamos perfectamente que la procesión
va por dentro. La complementación de ambos intérpretes es ajustada, se
establece una química imbatible que a la larga acaba siendo uno de los ganchos
(acaso el que más) de “Lost in Translation”. Son como guante y mano, perfectamente
ajustados.
Guion: Gente perdida en si
vida, que a su vez se encuentra perdida en Tokyo. El paradigma de la crisis
existencial somatizado en la visita a una urbe de millones de personas donde no
hablas el idioma. La simbología es de lo más efectiva. Además, Bon y Charlotte
tienen insomnio. Demasiadas coincidencias entre los dos, salvo por la edad
claro. “Lost in Translation” es la crónica de unos cuantos días que para sus
protagonistas serán más significativos que años de existencia anodina. Bob
quiere sentirse también algo más joven también, y Charlotte encontrar su sitio.
Acaso ambos sean el antídoto de los males del otro. Sofia Coppola escribe con
aparente sencillez esta historia de rumbos a la deriva dentro de una
desconcertante megalópolis. Si conectas con la historia a medias, llega hasta
el fondo. Sofia Coppola obtuvo el Óscar al mejor guion original.
Factura Técnica: La ciudad
de Tokyo está filmada con una belleza desoladora, como si fuera el laberinto
más iluminado del mundo. Buena fotografía, con unas imágenes sencillas pero
memorables. El acabado tiene algo de cine independiente, sin aditivos o adornos
superfluos. En todo caso, siempre es elegante. La música está estupendamente
seleccionada y forman una afortunada unión con la parte visual. Excepcionales
las canciones de My Bloody Valentine, The Jesus and Mary Chain o Air. En
conjunto, un gran sentido de la atmósfera.
ZONA SPOILER
-La omnipresente cortesía
oriental es tan encantadora como algo arrolladora. Ya desde el inicio Bon se
siente algo confuso a pesar de tanta amabilidad.
-Hacer anuncios de whisky es un
pobre sustitutivo de la actuación para un actor como Bob. Su vida hacer aguas
por varios sitios, empezando por su matrimonio. Suponemos que la rutina acaba
haciendo mella. Como ejemplo de ese aburrimiento vital, véase la
“transcendental” decisión sobre el color de la moqueta.
-Charlotte se siente ninguneada.
El trabajo de su marido determina gran parte de su vida (por ejemplo, viajar a
Tokyo) y no recibe mucha atención por su parte. Su carrera de filosofía tampoco
augura un futuro profesional particularmente rumboso, pero denota idealismo e
inteligencia. No es para nada un personaje feliz.
-No toda la película es
melancólica y circunspecta, hay momento como el del anuncio de whisky Suntory
en que Bill Murray aporta un humor sosegado y, sin embargo, estrafalario.
-El encuentro en el bar del hotel
entre Bob y Charlotte es magnífico. Diálogos breves pero inteligentes y
brillantes, además de una evidente conexión en circunstancias y pareceres.
Ambos encuentran un punto de escape en una ciudad tan mastodóntica como
avasalladora y, cómo no, fascinante.
-El insomnio como angustia vital,
jet lag, o a saber qué. Cuando Charlotte se duerme en el taxi de regreso al
hotel, algo ha cambiado (a mejor).
-La escena del karaoke no solo es
de las más recordadas sino que probablemente de las más imitadas. No es mala
selección de artistas: The Pretenders, Bryan Ferry, Sex Pistols, Nick Lowe o
Elvis Costello (dependiendo de la versión de “Whats so Funny About Love Peace
and Understanding” .
-Que Bob se acueste con la
cantante de jazz del bar del hotel es un hecho que nos habla de la naturaleza
de los sentimientos que han surgido entre Bob y Charlotte. Ella se muestra
visiblemente celosa, y en su siguiente encuentro lanza una serie de miradas
cargadas hasta las trancas de reproches. Por no mencionar esta nada amistosa
pulla: “Al menos ella es de tu edad”. Bob en absoluto parece orgulloso. Podría
llamarse amor lo que hay entre ellos.
Escena favorita
-Los minutos finales de la
película constituyen otra de las partes más recordadas. Cuando parece que ya
hemos visto la despedida definitiva y Bob se monta en el taxi para llegar al
aeropuerto, ve a Charlotte entre la multitud y dice al conductor que pare. Y
llega de inmediato la despedida de verdad. Queda para el recuerdo y para la
especulación lo que le dice Bob a Charlotte al oído antes de marcharse. Ni
siquiera Sofia Coppola lo sabe y el taimado Bill Murray, que lo improvisó, dice
que no se acuerda. Hay vídeos en Youtube subidos por entusiastas lectores de
labios que creen dar con la solución; el que más visitas acumula (si es que eso
sirve de algo) sostiene que dice: “Me tengo que ir, pero no dejaré que eso se
interponga entre nosotros”.
Sea como sea, Bob vuelve a montar
en el taxi mientras suena “Just Like Honey” de The Jesus and Mary Chain. Su
cara es un poema y nosotros tenemos el corazón en un puño.
Excelente artículo. Una de mis favoritas y que sin duda sirvió de pauta para algunos pasajes de mi viaje a Japón de hace unos meses. Enhorabuena.
ResponderEliminarMuchas gracias Víctor. Todo un peliculón, ciertamente ;)
EliminarExcelente tu artículo, parece que somos varios a los que nos ha calado hondo el film.
ResponderEliminarEn la versión doblada al latino, traducen la parte no audible como....quiero que sepas que nunca me voy a olvidar de todo esto....