martes, 11 de junio de 2019

Días de Vino Y Rosas (1962)

Título Original: Days of Wine and Roses

Género: Drama

Director: Blake Edwars

Intérpretes: Jack Lemmon, Lee Remmick, Charles Bickford, Jack Klugman

Nacionalidad: Estadounidense



Impresiones

Afortunadamente la máxima de “zapatero a tus zapatos” no siempre se aplica con vehemente rigor y, a veces, se producen magníficas exploraciones fuera del área de confort. Jack Lemmon y Blake Edwards, cada uno en su rol, son dos iconos de la comedia. Y sin embargo, ambos hacen uno de sus mejores trabajos en este drama desolador, pesadillesco y absolutamente turbio.

Acaso sea, “Días de Vino y Rosas”, mi película favorita sobre el alcoholismo (curiosa categoría, lo sé). Otros ilustres ejemplos son la también magnífica “Días sin huella”  (1945) de Billy Wilder o “Leaving Las Vegas” (1995). Todas son duras y todas ofrecen escasas concesiones, pero hay algo peculiar en “Días de Vino y Rosas”.  Me remito al primer párrafo. Jack Lemmon fue un genial actor (dos Oscar le contemplan) en general y un especialista en comedia en particular. Por eso duele el doble verle tan salvajemente enfermo y atormentado en esta película, como si de algún modo la esperanza y la luz fueran abatidas simbólicamente.



Es también, esta película, una historia de amor. Pero no melodramática, sentimental o idealizada. No. En un amor que acaba adquiriendo residencia en el infierno y que está infestado de amargura; continuamente será puesto a prueba con situaciones cada vez más terribles. Al margen de este sentimiento amoroso, la relación Remick-Lemmon está rodeada de culpas, mentiras y toda clase de complejos; pero “Días de Vino y Rosas” lo refleja  sin juzgar, sabiendo mirar de un modo objetivamente humano.



“Días de Vino y Rosas” nos cuenta la historia de Joe Clay un relaciones públicas que conoce en una fiesta de empresa a Kirsten Arnesen, que ejerce de secretaria en la misma firma. Aunque su primer encuentro es desagradable, entre ellos surge una chispa que acabará prendiendo para dar paso a  una, en principio, idílica relación. Sin embargo Joe bebe en exceso y, debido a problemas en su trabajo, cada vez en mayor cantidad. Pronto caerá en un pozo al que arrastrará también a la propia Kirsten, que ya es su mujer.

No se sale del todo indemne de esta película, son suficientes los momentos dolorosos, o simple y llanamente aterradores como para que “Días de Vino” quede en nuestra y en nuestras mentes después de haberla visto.



Análisis

Dirección: A Blake Edwards le sienta de maravilla cambiar de estilo de cuando en cuando. Ahí tenemos los ejemplos del estupendo thriller “Chantaje Contra una Mujer” (1962) o el inusual e interesante western “Dos Hombres Contra el Oeste” (1971). En “Días de Vino y Rosas” Edwards lleva la manija del drama en todas sus gradaciones, del drama intimista y moderado al colindante casi con el género de terror. El ritmo de la película empieza a endiablarse a partir de cierto punto, desde donde solo habrá ocasionales momentos de concesión para coger aire. Blake Edwards domina las emociones de un espectador zarandeado e impresionado.

Actuaciones: Apliquen lo de Edwards a Jack Lemmon. Uno de los actores característicos de la comedia realiza un papel conmovedor dentro de su desesperación. El hecho de ver a Jack Lemmon sufriendo como lo hace, rebosante de dolor, nos supone un trance duro al pensar en otros papeles suyos muy distintos. Sigue teniendo ese toque de americano medio, de persona normal y corriente, salvo que en este caso tendrá que adentrarse en el infierno. En cualquier caso está magnífico también en los papeles dramáticos. Recuerden “Desaparecido” (1982)
Imposible no mencionar el trabajo de Lee Reemick en el papel de Kirsten. Al comienzo tiene algo de ingenuidad y dureza al mismo tiempo, que serán tragados por el lado oscuro. Joe será para ella su amor y su perdición. La serena belleza de Lee Remick se irá abismando más y más, hasta que veamos un vacío espantoso en sus ojos.

Guion: Muchos dicen que es una de las películas que mejor retrata el problema del alcoholismo. No llegaré a tal afirmación porque es un problema en el que nunca he estado expuesto directa o indirectamente. Sin embargo, creo que es un acierto el tono duro y desesperado de la película. Ahondar en el melodrama sería una edulcoración incoherente y condescendiente para un tema tan delicado. La historia también abunda en los aspectos tóxicos de las relaciones y si el amor ha de ser prioritario siempre y en cada circunstancia. Muchas decisiones dolorosas jalonan “Días de Vino y Rosas”.

Factura Técnica: En los momentos turbulentos te atrapa un blanco y negro amargo y denso. Hay una par de, digamos, borracheras que están filmadas con un verismo feroz que pondrán a prueba (en el sentido positivo) nuestros nervios. Hay otras escenas interesantes donde se juega con luz y reflejos, como la que se desarrolla en el muelle de San Francisco. Destacar también la música del gran Henry Mancini y particularmente la oscarizada canción “Days of Wine and Roses”.

ZONA SPOILER

-Pues al principio el personaje de Jack Lemmon no nos cae particularmente simpático. Vale que sigue en su onda de “persona normal”, pero se ve obligado a comportarse de una manera extraña por su trabajo de relaciones públicas. Por mucho que sea una confusión, la forma en la que trata a Lee Remick cuando se conocen es un tanto cruel.

-La caída a los infierno se ve vinculada a lealtades sentimentales. Al inicio Jack Lemmon recrimina a Lee Remick que no beba nunca y no lo acompañe en las borracheras. Esto es fundamental para la evolución de ésta última.  En sentido contrario, finalmente es Lee Remick quien pide a Jack Lemmon que la acompañe bebiendo. Jack Lemmon conseguirá sobreponerse al miedo a la soledad, pero de algún modo es el “inductor” de toda la pesadilla.

-La película sigue una estructura de elipsis, de tal modo que de repente nos encontramos con que la pareja ha tenido una hija, Jack Lemmon tiene otro trabajo pero le destina a Houston, Lee Remick ha incendiado la casa… A partir de cierto punto estas elipsis desembarcan en un presente cada vez peor, y al encontrárnoslo de golpe la sensación de desagrado es mayor. Es como un tortazo repentino.

-La parte más visualmente dramática corresponde a Jack Lemmon. La escena del invernadero o el internamiento con camisa de fuerza son de una angustia intensa y tremendista.

-El final, con el último intento de Lee Remick para que Lemmon vuelva a su lado… bebiendo es de una tristeza infinita. Jack Lemmon ya está recuperado y no puede permitirse, ni por él ni por su hija, volver a recaer. La imagen de Jack Lemmon mirando por la ventana de su casa a Lee Remick y perdiéndola de vista es de intensidad extraordinaria.

Escena favorita

-La llegada de Jack Lemmon al invernadero  en busca de la botella de whisky escondida, que por supuesto no encuentra, es aterradora. Del patetismo del borracho se parra a la pesadilla, a la caída en los infiernos y de la dignidad. Ver a Jack Lemmon revolcarse entre macetas es una imagen que cuesta olvidar. Mientras, en el exterior, ruge la tormenta.

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