Título Original: The Body Snatcher
Género: Terror
Director: Robert Wise
Intérpretes: Henry Daniell, Edith Adwater, Boris Karloff,
Bela Lugosi
Nacionalidad: Estadounidense.
Impresiones
Allá en los años 40 la RKO
comenzó a producir una serie de películas de terror de bajo presupuesto gracias
al empuje de Val Lewton. Con escasos medios pero con una imaginación a prueba
de cualquier tipo de austeridad, directores como Jacques Tourneur llevaron a
cabo pequeñas obras maestras como “La Mujer Pantera” (1942) o “Yo Anduve con un
Zombie” (1943). Robert Wise fue otro de los que participaron en esta
menesterosa pero admirable línea de cine. De hecho justo antes de “El Ladrón de
Cadáveres” había dirigido “El Regreso de la Mujer Pantera” (1944), la
continuación del afamado film de Jacques Tourneur.
La esencia de las películas de
Val Lewton era la sugerencia y la oscuridad en lugar de la explicitud. Lo que
da más miedo son las tinieblas, lo que no podemos ver, el indicio del peligro
inminente. Y así, con ese arte al que solo se llega por la artesanía (palabra
injustamente vilipendiada), aquellas películas de la RKO se cargaban de
atmósferas viciadas, tenebrismo por doquier y sombras cubriendo tétricamente
almas y paredes.
“El Ladrón de Cadáveres” juega
con una temática escabrosa; el robo de cuerpos en los cementerios para que los
médicos del S. XIX pudiesen progresar en sus conocimientos de anatomía y
mejorar la eficacia de la cirugía, mediante disecciones. Con las cosa de comer
no se juega, y la idea de traficar con difuntos (profanando y robando) sumada a
la poca apetitosa práctica (aunque útil) de la disección producen una fuerte
sensación de congoja en el espectador.
La película, de reconocible
ambientación decimonónica, no tiene grandes sustos o miembros cercenados; lo
fía casi todo a la atmósfera. Una atmósfera siniestra, agobiante, aderezada
además por profundos sentimientos de mezquina maldad. Otro factor importante,
ya lo veremos, es que los dos protagonista principales (sobre todo uno) son
personajes poco simpáticos, de tal manera que es difícil identificarse con
alguno de los dos. Esto aumenta la incomodidad del espectador y por lo tanto
facilita conseguir su sensación de miedo.
Estamos en Edimburgo, en el año
1831, donde el doctor McFarlane es un cirujano de reconocido prestigio. Donald
Fettes, estudiante de medicina, llega a su casa con intención de ser su
ayudante. Allí empieza a ver algunas prácticas escasamente edificantes; los
cadáveres que usa el doctor en sus clases de anatomía los suministra el
siniestro cochero John Gray, quien los ha robado previamente del cementerio
cercano. La llegada de una madre en busca de cura para su hija inválida y la
retorcida relación entre el cirujano y el cochero acabarán desencadenando una
terrible serie de eventos.
Vean esta película con las luces
apagadas y prepárense para entrar en el territorio de los malos sueños
decimonónicos, en el reino de la desazón gótica, donde aquello que no esperan
que sea real puede tomar vida. Están avisados.
Análisis
Dirección: Robert Wise es uno de los directores que más ha
basculado entre géneros de la historia del cine. Este señor ha dirigido
clásicos del terror (aparte de “El Ladron de Cadáveres” se ha ocupado de “La
Mansión Encantada” -1963-, por ejemplo); musicales (“West Side Story” -1961- y
“Sonrisas y Lágrimas” -1965-); dramas potentes (“Marcado por el Odio” -1956-,
“¡Quiero Vivir!” -1958-); ciencia ficción (“La Amenaza de Andrómeda” -1971-, y
la primera peli de “Star Trek” -1978-). Si juntamos todo, su carrera es
delirante y talentosa. En “El Ladrón de Cadáveres” demuestra su talento creando
una atmósfera opresiva y de decrepitud moral con unos medios y unos decorados
bastante modestos. También muestra buen tino para el miedo sugerido y
tenebroso. Su faceta de director de “género” es siempre interesante.
Actuaciones: Un aliciente, sin duda, es que en el reparto coincidan
dos leyendas del cine de terror, Boris Karloff y Bela Lugosi. Aunque su
importancia en la historia es dispar, Boris Karloff es el antagonista principal
y el papel de Bela Lugosi no pasa de ser bastante secundario. Karloff, sin dar
un recital, da vida de forma más que convincente al personaje más aterrador
(física y moralmente) de “El Ladrón de Cadáveres”; su risa sardónica acaba
generando verdadera inquietud. Henry Daniell da vida con rigurosa solemnidad al
doctor McFarlane, al cual calificaríamos de “bueno” si no fuera por la
constante y adusta frialdad del personaje; todo sin tener en cuenta sus facetas
oscuras. El trabajo de Daniell concita desconfianza y piedad a un tiempo para
el doctor, ofreciendo una ambigüedad pétrea. Buen desempeño en este apartado.
Guion: La historia se basa en un relato del mismo nombre escrito
por Robert L. Stevenson y publicado en 1884. El hecho de que toque el tema de
la muerte de una forma tan física, aunque sutil, proporciona al ambiente de la
historia una inquietud morbosa y opresiva. Como ya decíamos antes, nos podemos
identificar con el personaje del estudiante y otros secundarios pero
difícilmente lo haremos con el doctor McFarlane y muchísimo menos con el
cochero. Este detalle obliga al espectador a buscar un asidero moral para
compensar la grotesca peripecia, pero no le es fácil; esto aumenta la tensión.
También hay un matiz psicológico en un momento dado que nos hace dudar de si
algunos pasajes son alucinatorios o de alcance sobrenatural.
Factura Técnica: La escasez de medios no es óbice para que este
apartado sea bastante meritorio. La fotografía, oscura, de grandes contrastes
entre el blanco y el negro, hija directa del expresionismo alemán conjura un
mundo agobiante, opresivo y desasosegante. Los decorados y el toque cartón
piedra aportan un saludable deje artesano que de ningún modo nos hurta
inmiscuirnos en la historia. También es relevante la dirección sonora de la
película, que aumenta la tensión mediante una acertada gestión del sonido y del
silencio.
ZONA SPOILER
-El doctor McFarlane es
caracterizado fríamente desde el inicio. Se nos presenta como un erudito un
tanto hosco y enfurruñado, renuente a empatizar con los pacientes. Véase la
relación con la niña lisiada y su madre.
-Se nos deja caer la idea de que
la medicina es más efectiva cuando el médico tiene un toque humano. Es
precisamente la falta de “humanidad” del doctor McFarlane lo que hace que, en
principio de la niña, la intervención no sea exitosa.
-John Gray, el cochero, se nos
presenta como un ser aborrecible, rencoroso y depreciable. Da la impresión de
que disfruta con su necrófilo trabajo. Y desde luego no tiene escrúpulos en
obtener cadáveres incluso recurriendo al asesinato.
-Ojo a la utilización del
silencio en la película. El momento en que la cantante callejera apaga su voz
es escalofriante, porque sabemos que John Gray la ha asesinado. El perro
cesando de ladrar nos da una idea parecida.
-El propio John Gray represente
la culpa pretérita, pero actualizada, del doctor Mcfarlane. Conoce un secreto
siniestro sobre el pasado del doctor McFarlane. También se nos deja caer que
John Gray vio afectada su vida por este hecho. Hay venganza en su maldad.
-Será la operación de la niña la
que haga que todo salte por los aires. La situación entre Gray y McFarlane es
irrespirable.
-Lástima que el papel de Bela
Lugosi sea tan, literalmente, subalterno. Hubiera estado bien hacerle un papel
de altura.
-Al final, tras la brutal pelea
con Gray, McFarlane está fuera de sí. Gray ha muerto, se siente liberado. Sin
embargo sus escrúpulos no van a mejor. De hecho se lanza a robar un cadáver en
cuanto oye la noticia de un entierro.
-La secuencia final es tan
ambigua como aterradora. ¿Realmente John Gray vuelve a hacerse presente en
lugar del cadáver de la mujer? ¿Es una venganza de ultratumba? ¿O sin embargo
es el resultado de la mente enloquecida de McFarlane? Es interpretable,
supongo. En cualquier caso el resultado final es la muerte de McFarlane en
accidente de carromato.
Escena Favorita
-Por el sobresaliente uso del
silencio me quedo con el asesinato de la cantante callejera, el cual no vemos
en pantalla; sin embargo el cese del canto y el plano nocturno de Edimburgo son
tan sugerentes que nos estremecen.
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