Título Original: Murder by Death
Género: Comedia
Director: Robert Moore
Intérpretes: Peter Sellers, Alec Guinness, David Niven,
Truman Capote.
Nacionalidad: Estadounidense.
Impresiones
Reírse de uno mismo es uno de los
mayores síntomas de inteligencia del ser humano. Reírse a gusto, a pleno
pulmón, repartiendo carcajadas a diestro y siniestro, es uno de los mayores
placeres terrenales al que nosotros, pobre mortales, tenemos acceso. Por eso me
he decido a comentar una de mis comedias favoritas, “Un Cadáver a los Postres”.
Hace poco analicé “Asesinato en el Orient Express” (1974), donde sacaba la cara
por el género detectivesco desde una sus más conspicuas fuentes, Agatha
Christie.
Pues bien, “Un Cadáver a los
Postres” se chotea intensamente de todas las convenciones y tics, precisamente,
del género detectivesco. Y no me importa en absoluto, como bien puede deducirse
de la primera línea de este artículo. Es una parodia inteligente, chispeante,
vital y absolutamente libre. Tiene, además, algo de ironía posmoderna, como si
se fundieran la parodia y el homenaje a un tiempo.
Es una película con un fuerte
sabor a teatro; por puesta en escena, decorados y desarrollo parece que nos
adentramos en un escenario. Eso sí, sencillo pero elegante. No obstante, hay
momentos en los que las argucias del cine se hacen imprescindibles. No es
casualidad el toque teatral, la película se inspira en una obra del
recientemente fallecido Neil Simon, maestro del ingenio y de la observación
humorística.
Los personajes son trasuntos cómicos
de detectives literarios reales. Así por ejemplo Milo Perrier (James Coco)
vendría a representar Hercules Poirot; Sidney Wang (Peter Sellers) se
corresponde con Charlie Chan; Dick y Dora Charleston (David Niven y Maggie
Smith) con Nick y Nora Charles; Sam Diamond (Peter Falk) con Sam Spade; Jessica
Marvel (Elsa Lanchester) con Miss Marple. Los rasgos de los inspiradores reales
son exagerados para parodiar sus corrientes arquetipos y lugares comunes. Sin
embargo, no solamente se trata de sacar la cerbatana para disparar contra unos
personajes concretos, la propia naturaleza de los relatos policíacos es
tronchantemente deconstruida mediante situaciones absurdas y ocurrencias
delirantes.
Varios de los mejores detectives
del mundo, véase la alineación titular en el párrafo superior, son invitados a
cenar a la mansión de Lionel Twain (Truman Capote), un misterioso anfitrión del
que nada saben y que les desafiará a resolver un crimen que tendrá lugar esa
misma noche. La vida, reputación y prestigio de tan ilustres investigadores se
verán puestos a prueba de un modo tan cómico como mordaz.
La película tuvo un
comportamiento más o menos discreto en la taquilla pero con el tiempo fue
ganando reputación hasta convertirse en una auténtica película de culto. Personalmente,
la descubrí en un pase de Antena 3 a principios de los noventa que,
afortunadamente, grabé en un VHS posteriormente quemado de tanto uso. Mediante
otros formatos vuelvo a ella con cierta regularidad y siempre me depara una
sonrisa pura, despreocupada y reconfortante. Poco más puedo pedirle.
Análisis
Dirección: Robert Moore tiene una carrera cinematográfica más bien
escuálida, tres películas que adaptan otras tantas obras de Neil Simon. “Un
Cadáver a los Postres” es, con diferencia, la más destaca de todas y en ella no
muestra ningún tic de autor. Aporta la
artesanía que la película necesita para llevarse a cabo, ordenando un pequeño
mundo por el que se mueven los personajes. Robert Moore trabajó previamente en
la TV y aunque la factura no sea particularmente televisiva quizá se note el
oficio aprendido en esos años previos.
Actuaciones: Una de los mayores puntos a favor de “Un Cadáver a los
Postres” es su destacadísimo reparto. Imaginen lo que es contar con Peter
Seller, Alec Guinness (un año antes de ser Obi Wan), David Nivel, Peter Falk o
Truman Capote (sí, el escritor). La suma de talento suele arrojar casi
obligatoriamente excelentes resultados y “Un Cadáver a los Postres” no es una
excepción. En varios registros, tenemos a la elegancia británica de Niven y Guinness; el talento para la
pantomima de Peter Sellers (en un papel oriental que no sería muy políticamente
correcto); el oficio de Peter Falk… Todos los intérpretes, sea la comedia o no
su hábitat natural, se mueven a las mil maravillas en el terreno del humor y
nos brindan unos personajes memorables y entrañables.
Guion: El dramaturgo Neil Simon, autor también de “La Extraña
Pareja”, es un activo imprescindible del humor inteligente. En “Un Cadáver a
los Postres” sus ocurrencias son osadas, mordaces y, aun así elegantes. No
evade hacer menciones, por ejemplo, a la necrofilia o hacer solfa con la
exagerada masculinidad de algunos detectives. Sin embargo no solamente nos
encontramos con una sucesión abigarrada de gags; hay una trama que resulta
entretenida e hilada de una forma que transforma el delirio en toda una
reflexión sobre el género policíaco. Los personajes son exagerados y grotescos,
pero siempre dibujados con tino y perspicacia. Algunos de ellos son
manifiestamente surrealista, ¿Qué podemos esperar si en el guion se unen una
cocinera sordomuda y un mayordomo ciego?
Factura Técnica: En este apartado no hay mucho que aportar. Una
película que se basa en el ingenio y en la ironía no suele tirar de grandes
alardes técnicos. El aspecto es muy teatral, no solo por los decorados (hay
pocos exteriores) sino por la unidad de tiempo y acción. El tema principal de
la banda sonora, de David Grusin, sonora acaba siendo bastante pegadizo y
reconocible.
ZONA SPOILER
-Los exteriores duran poco, pero
nos presentan a los personajes con bastante gracia. Vemos desde ahí los tics y
manías de nuestros detectives. El machismo de Sam Diamond, la elegancia
exagerada de Dick y Dora Charleston, los refranes de Sidney Wang…
-Alec Guinness, en su papel de
mayordomo ciego, da lugar a multitud situaciones cómicas. Pero ninguna como su
desternillante conversación con los Charleston, aquella del “Sí señor, Benson
señora”, que ha acabado siendo un clásico del humor absurdo.
-Truman Capote apenas apareció en
alguna película. Sin embargo en su papel de amanerado y diabólico villano esta
graciosamente adecuado. Es el enemigo de los detectives, el que quiere hundir
su reputación aunque deba perpetrar un absurdo asesinato. Aunque bien mirado,
el final no deja claro quién carajo es en realidad.
-No me digan que el asesinato del
mayordomo no es original. Primero aparece el cadáver tal cual, después desnudo,
después aparece solamente el traje y finalmente Milo Perrier surge de repente
en la habitación con el traje del mayordomo (¿¿??).
-Llega un momento en que piensas:
“¿Pero las habitaciones se mueven o qué coño pasa?”
-Los personajes más satirizados
son los de Peter Falk y Peter Sellers, probablemente por ser los dos actores
más cercanos a la comedia.
-El final es el envite definitivo
contra el universo detectivesco. Giros absurdos e inesperados, información que
solo aparece en el momento primordial, exhibicionismo exagerado en las
deducciones… Captamos rápido el mensaje que Lionel Twain había orquestado durante la noche para poder de manifiesto la
absurdez e inverosimilitud de las novelas de detectives.
-Y al final resulta que… Lionel
Twain se quita la máscara y es ¿¿la cocinera?? Ahora vayan y encuentren sentido
a esto. Esa inconsistencia es precisamente lo que Neil Simon quiere hacernos
ver, pero tampoco creo que se cebe; puede haber incluso algo de admiración
encubierta hacia los detectives.
-Si tienen la sensación de que
faltaba alguien es porque no está la parodia del detective novelesco por
excelencia, Sherlock Holmes. En una escena eliminada Sherlock llega a la
mansión cuando todos se han ido ya. Menuda puntualidad británica.
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