Título Original: Some Like It Hot
Género:
Comedia
Director: Billy
Wilder
Intérpretes:
Jack Lemmon, Tony Curtis, Marilyn Monroe,
Nacionalidad: Estadounidense
Impresiones
La ventaja de ver películas de
Billy Wilder es que la posibilidad de llevarse una decepción es similar a cero.
Puede ser, y de hecho es, uno de los grandes maestros más regulares y fiables
de la historia del cine. Y eso afecta a cualquier género que tocó con sus
manos. Evidentemente se suele asociar a la comedia, pero también tuvo sus
aproximaciones al cine negro (“Perdición”), al drama intenso (“Días sin
Huella”), al cine de espías (“Cinco Tumbas al Cairo”)… Si bien su magisterio es
más extenso en la comedia.
En su momento ya glosamos las
virtudes de “En Bandeja de Plata”, que supone el tipo de comedia de Wilder más
cercana a la mirada crítica de todo aquello que se le ponga por delante. Como
en “Uno, Dos, Tres”, o “El Apartamento” (suponiendo que sea una comedia; eterna
discusión). “Con Faldas y a lo Loco” es una propuesta más lúdica, con un
componente de diversión en estado puro. Por ello, toma la forma de un vodevil
de los años 20 (se sitúa en 1929) con su locura y su vitalismo. Incluso el
argumento, aunque se sitúe primero en Chicago y luego en Miami, puede recordar
a ciertos tópicos de la República de Weimar (cabarets, travestismo…) que Wilder
conocía bien.
Señalar, que si bien la
reescritura a sus características es total, Wilder hace un remake de una
película francesa de 1935 llamada Fanfare D’amour, que a su vez tuvo otra
versión posterior, de nacionalidad alemana, en 1951. El guion lo escriben el
propio Billy Wilder y I.A.L Diamondo,
uno de sus ilustres colegas. La acción la sitúan en plena Ley Seca, cuando la
prohibición de beber alcohol agudizaba el ingenio de los amigos de la botella.
Y así se nos presentan los dos protagonistas masculinos, Joe (Tony Curtis) y
Jerry (Jack Lemmon). Ambos son músicos en un local clandestino con la fachada
de una funeraria.
Tras un comienzo casi más propio
del cine de gánsteres, Joe y Jerry salen por patas del local donde tocan el
saxo y el contrabajo, al detectar que va a iniciarse una redada. Al quedarse
sin empleo tendrán una serie de malandanzas que los llevará a ser testigos de
la célebre Matanza de San Valentín. En la película, este crimen es cometido por
la banda liderada por Botines, dueño del cabaret donde trabajaban como músicos.
Salen del embrollo con vida, pero para evitar que la banda de gánsteres los
liquide como testigo de la matanza idea un plan para salir de Chicago.
El plan consiste en encontrar un
empleo de músicos lo más lejos posible y así intentar dar esquinazo a Botines y
sus matones. Desgraciadamente en su agencia de colocación solo hay libre una
vacante, para la que cumplen todos los requisitos menos el sexo. Se requieren
un saxo y un contrabajo para una orquesta… femenina. Viendo su pellejo en
juego, Joe y Jerry deciden disfrazarse de mujeres y enrolarse en la orquesta.
Todo ello, claro está, engañando a todo el mundo y haciéndose pasar por unas
genuinas féminas. Su destino: Florida, bastante lejos de Chicago. En la
orquesta, Joe y Jerry conocen a Sugar Cane (Marylin Monroe), la vocalista e
intérprete de ukelele.
Ambos, particularmente Joe, se
sienten instantáneamente atraídos por ella. En cuanto llegan a Florida, será
precisamente Joe quien trace un descabellado plan para seducir a Sugar… con la
dificultad añadida de que debe seguir disimulando su condición de hombre. A
partir de aquí se suceden una serie hilarantes enredos que nos han legado
varias de las mejores situaciones cómicas de la historia del cine.
Análisis
Dirección: Cuando Billy
Wilder decide poner la directa y lanzarse de lleno a la piscina resulta
prácticamente imparable. Impone un ritmo a sus películas donde los gags se
suceden a velocidad fulgurante. Un ejemplo arquetípico sería “Uno, Dos, Tres”
(1961), y también con “Faldas y a lo Loco”.
Y además deja unas cuantas imágenes para el recuerdo. En los pequeños
detalles se aprecia la pericia de Wilder como director. Véase como juega
pícaramente con los claroscuros cuando Sugar canta la mítica “I Wanna be Loved
by You”, o el montaje paralelo entre dos situaciones cómicas en cierto momento
de la película. El austríaco narra diestramente una historia que quizá en otras
manos hubiera resultado demasiado absurda. En las suyas, el resultado es una
obra maestra.
Intérpretes: Tony Curtis y
Jack Lemmon se adaptan a la perfección a la comedia. En el caso de Jack Lemmon
no es muy difícil, es uno de los actores relevantes del género (aunque sus
papeles dramáticos son demoledores). Hay como una división de roles. Joe es el
gamberro, el mujeriego, y el embustero. Hay algo de irresponsable en él, lo
mismo se juega la paga en las carreras que urde complicados planes para seducir
a mujeres. Jerry tampoco es que sea un angelito, pero a él le toca un papel
menos elegante que a Tony Curtis, a cambio de un mayor humor. Aunque es el más
sensato de los dos, las situaciones más embarazosas y cómicas suelen correr de
su cuenta.
¿Qué decir sobre Marylin? Hay
algo cándido en su forma de actuar, una ingenuidad que hacía que los
espectadores se pusieran de su parte. Y hay talento en lo que hace, posee un
encanto personal nacido no solo de la belleza, sino por puros y duros dotes
ante la cámara. Es algo innato, muy lejos de los métodos y las escuelas de
actuación. Su personaje dentro de
algunos rasgos superficiales en su idiosincrasia va mostrando una ternura que
hace al personaje más amplio. Cuando se lo propone y, por ejemplo, canta con la
orquesta, la sensualidad irrumpe a velocidad de crucero.
Guion: Estamos hablando de
Billy Wilder y de I.A.L Diamond. Algo así como Leonardo Da Vinci y Miguel Ángel
en materia de escritura de guiones. Parecen tener el don de la palabra
perfecta, la frase precisa, los gestos oportunos. Parecen manejar a la
perfección todos los recursos básicos de la comedia: diálogos, situaciones y
capacidad visual. O sea frases para enmarcar, momentos deliciosamente absurdos
y gags físicos y visuales que entran también por los ojos. En el caso de “Con
Faldas y a lo Loco” falta algo de la mala leche de otras películas, y el
resultado final es mucho más lúdico, teniendo la diversión como un fin en sí
misma. Si nos empeñamos en buscar subtextos, quizá encontremos algo en lo que a
modelos de hombre y mujer se refieres, o a las relaciones sentimentales. Hay,
quizá, una mirada ácida hacia los planes casamenteros perfectos, basados en los
potenciales beneficios, contraponiéndolos al romanticismo. Y por qué no, la
estampa de los jubilados de Florida a la caza de una esposa también es motivo
de chufla. Pero, ya decimos, este guion no es tan satírico como en otras
películas de Billy Wilder.
Factura técnica: No es un
apartado en el que destaque particularmente, pero tiene sus detalles. La
ambientación en los años 20 está realmente conseguida, principalmente en la
parte que se desarrolla en Chicago. Hay gags muy bien planificados visualmente,
como cierta situación que casi recuerda al camarote de los Hermanos Marx.
También es de destacar el mimo con que están grabados los números musicales,
sin muchas parafernalias, pero elegantes y relevantes.
ZONA SPOILER
-No me negarán que es una
genialidad el disimulo del cabaret clandestino como una funeraria. Allí mismo
en apenas un par de segundos, Billy Wilder ya nos traza un esbozo de los
personajes. Joe, quiere invertir la paga en el canódromo y Jerry en cosas menos
arriesgadas. El canalla y el sensato.
-Incluso cuando es en tono de
comedia, Billy Wilder también sabe manejarse en el cine negro. Véase la escena
de la matanza en el garaje.
-La escena de la fiesta en la
litera del tren es como un remedo de la del camarote de los hermanos Marx, pero
con algún elemento más sensual. En ese momento Jerry es el más crápula
curiosamente, pero poco después será cuando Tony Curtis elabore un meticuloso
plan para encandilar a Sugar.
-El personaje de Osgood es
divertidísimo. Su cabezonería para conquistar a Daphne/Jerry es tronchante. Su
“Bueno, nadie es perfecto” es ya historia viva del cine.
-Otro acierto de la película es
el montaje en paralelo de la doble cita de Jerry y Joe. Uno con Osgood y otro
con Sugar. Uno bailando un tango extrañísimo y otro besuqueando a Sugar. Por
cierto, es conocido el hecho de que Tony Curtis y Marilyn Monroe se detestaban.
Curtis decía que besar a Marilyn, era “como besar a Hitler”.
-Los secundarios son estupendos.
Además de Osgood, tenemos a Botines, el Pequeño Bonaparte… Hay un encanto
hilarante en ellos.
-Wilder situó la acción en los
años 20 para evitar la censura del pestífero Código Hays. De hecho, se dice que
“Con Faldas y lo Loco” contribuyó en gran medida a derribar ese absurdo
conglomerado de normas morales. De hecho, la intención de la película es hacer
burla del puritanismo del Hollywood de la época.
-Marilyn quebró los nervios de Billy
Wilder en más de una ocasión. El director austríaco decía que le había dado
tiempo a leer “Guerra y Paz” y los “Miserables” durante sus retrasos para
llegar a tiempo al rodaje. Además, algunas escenas tuvieron que ser repetidas
unas 50 veces, como aquella de “¿Dónde está el Bourbon?” Wilder, que ya había
trabajado con Billy Wilder en “La tentación Vive Arriba”, había dicho que nunca
volvería a trabajar con ella. Rompió este propósito para “Con Faldas y a lo
Loco”, pero después sí que no volvieron a trabajar más.
-La película se rodó en blanco y
negro para disimular el ingente maquillaje que usaron Lemmon y Curtis para
maquillarse.
Escena favorita
-Sin duda el “Bueno, nadie es
perfecto” es uno de mejores cierres que una película puede tener, pero para ser
original, y porque me río mucho con ella, voy a elegir ese montaje en paralelo
de Tony Curtis besuqueando a Marily y Lemmon bailando el tango con
Oswood y tocando las maracas. Una de las escenas con las que más me he reído
desde siempre.
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