miércoles, 7 de octubre de 2020

Doce Hombres sin Piedad (1957)

Doce Hombres Sin Piedad (1957)

Título original: 12 Angry Men

 Género: Drama

 Director: Sidney Lumet

 Intérpretes: Henry Fonda, Lee J. Cobb, Martin Balsam, Jack Warden, Ed Begley, Edward Binns, Joseph Sweeney, Jack Klugman, Robert Webber, George Voskovec, E. G. Marshall, John Fiedler

 Nacionalidad: Estadounidense

 


Impresiones

 

Nos encontramos hoy ante una de las más grandes películas de todos los tiempos y en cualquier caso, sin duda alguna, una de las cimas de la década de los años 50 del siglo XX; podría estar perfectamente en el podium de dicha década. Es igualmente un ejemplo de esas películas en las que con pocos medios o recursos, se logra un resultado imponente. Advertidos quedan desde ya de cualquier spoiler, con lo que absténganse de seguir leyendo si aún no han visto esta obra maestra. Con apenas 3 escenarios, siendo uno de ellos el protagonista (la sala de deliberación del jurado), y otros 2 secundarios (la corte en sí y las escaleras de salida del juzgado), la película no necesita de más para que unos monstruos de la interpretación nos entretengan con un ritmo que apenas tiene valles a base de una deliberación histórica.

 




Recuerdo que accedí a "Doce Hombres Sin Piedad" gracias a un pase que programó en su momento La 2 allá por 2003, en unas sesiones que ponían de madrugada en versión original subtitulada (ahora, con las nuevas funcionalidades de los televisores, con la opción de ver el idioma original y poner subtítulos, eso te lo apañas tú solito) y la grabé en vhs; conservo aún la cinta, por cierto. La repetí varias veces en esos meses, a veces para verla de nuevo en solitario y otras veces en compañía de amigos (de hecho, una de esas bazas fue en compañía del titular del presente blog). Por ese motivo, estoy muy acostumbrado a las voces originales y las 2 veces que la he visto doblada, me chirría bastante (cosas mías, ya que es un doblaje clásico bastante acertado).





La película se resume en el debate de un jurado compuesto por 12 hombres sobre un caso de parricidio. Todos tienen clara la culpabilidad del acusado, menos uno, que alberga alguna duda razonable que le mueve a emitir un voto a favor de la absolución del acusado, por la no claridad de las pruebas y testimonios expuestos. Esto provoca agrias discusiones y polémicas, en las que, aunque se debata sobre el asunto en sí, lo que hace es sacar a flote los dramas y traumas personales que influyen en cada uno de los componentes del jurado y que les hace tener sus prejuicios ajenos al caso para pronunciarse a favor del dictamen de culpabilidad y que el chico pague por algo más que por el presunto asesinato de su padre.





 Los personajes son bastante diversos: un arquitecto serio y calmado, un jubilado idealista, un empresario de garajes malencarado, un broker de bolsa taciturno, un comercial de mermeladas charlatán y socarrón, un publicista algo snob, un relojero de finos modales, etc. Este hecho hace que de alguna forma te identifiques con uno u otro personaje o, mejor aún, con ciertos rasgos de unos y otros.





 

La fórmula del menos es más aquí funciona y en general en la historia del cine suele salir bien la jugada (véase años más tarde "Reservoir Dogs" de Tarantino). Si hay una historia que capture, apuntalada por unos intérpretes sensacionales (como es el caso), el producto va a ser efectivo y logrará su objetivo.



Es una película en la que a pesar de que puedas intuir el final y su resolución, da igual. Lo importante es que en esa algo más de hora y media te dejas sumergir en el universo de esos 12 hombres, que hacen del caso algo más que personal y que consiguen, con su recreación de la noche de autos, incluso que te imagines hasta el más mínimo detalle de lo expuesto y sus escenarios; yo me imagino perfectamente esa ventana que da a las vías del tren, las escaleras del bloque, el pasillo del apartamento del anciano que cojeando va a ver qué ha sucedido... Incluso te imaginas a los personajes que se citan y no aparecen (el anciano cojo o la dama cuarentona que le gusta ir aparente y con un toque más juvenil que el que le corresponde por edad).



Análisis

 

Dirección: Con esta película damos de frente con otro caso como el de Orson Welles y "Ciudadano Kane": el de un estreno como director de cine con mayúsculas. Sin embargo, en el caso de Sidney Lumet no está tan claro que "Doce Hombres Sin Piedad" sea su mejor película, ya que en los 70 sobre todo, nos regaló joyas tales como "Asesinato En el Orient Express", "Network" o 2 que quitan el hipo con Al Pacino a la cabeza como "Serpico" y "Tarde De Perros". Incluso en los 80 "Veredicto Final", con un Paul Newman en el arranque de su madurez, es gloriosa. En el caso de Welles, por mucho que tenga sobresalientes como "La Dama De Shanghai", "Sed De Mal" o "El Extranjero", "Ciudadano Kane" es el doctorado de un cum laude con matrícula de honor. Lumet brilla no solo en la evidente tarea de dirigir a 12 actores a la perfección, sino con el juego de planos desde distintas posiciones en la sala, que hace que no se entre en ningún momento en la monotonía. Sabe aplicar a la perfección con esos planos de ciertos elementos, que son como un golpe sobre la mesa (literalmente), como cuando tiene lugar el "momento navaja" y cuando el personaje de Lee J. Cobb suelta su cartera con la foto con su hijo. Su tarea global es magistral, pero Lumet en los Oscar se encontró con Lean y otra obra maestra como "El Puente Sobre El Río Kwai", que ensombreció a "Doce Hombres Sin Piedad"; nada que objetar. Lástima lo de que ciertas obras no se espaciaran en años, para que hubieran sido refrendadas como merecían por la Academia.

 

Intérpretes: No sé si habrán reparado que en el resumen esquema del inicio he puesto a los 12 actores; con eso ya está dicho todo. No hay uno que esté mal. Para no extenderme hablaré principalmente de 4. Sobre todos está Henry Fonda. Intentaré ser objetivo, ya que mi gusto por este genio de la interpretación me puede nublar. Fonda ha sabido encarnar a toda clase de tipos con una maestría simpar; desde el aplicado y recto coronel de "Fort Apache", hasta uno de los villanos más chungos del cine en "Hasta Que Llegó Su Hora", pasando por el personaje de varias aristas que es Tom Joad en "Las Uvas De La Ira". Aquí le toca hacer un papel de hombre justo e intentar plasmar humanidad en esa situación. Hay momentos donde brilla especialmente, como esa pausa que hace justo antes de justificar su postura tras la primera votación y mostrarse como el disidente. Las argumentaciones por diálogos con varios de los jurados y la gestión de ánimos distintos en el proceso, es un trabajo de actor descomunal. He de citar a Lee J. Cobb, el antagonista principal de Fonda (por cierto, Davies en la película). Cobb se luce con un papel iracundo, excesivo y lleno de fuerza. El momento en el que se desploma al final al verse solo (ya advertí antes de spoilers) es de los momentos culmen (por no decir que es el momento culmen en sí) de la película. En el sector de la confrontación, también está un Ed Begley odioso, como casi siempre que ha hecho de malo (no olviden ese ser deleznable que encarna en "Dulce Pájaro De Juventud" y que le valió el Oscar; normal, lo borda). Tengo debilidad por otro gigante como es Jack Warden, afrontando un registro medio cómico como ese comercial de mermeladas, que es un forofo del béisbol (de los Yankees en particular) y que intenta quitar hierro al asunto con sus bromas y chorradas varias, que no a todos agradan (me hace mucha gracia cuando Joseph Sweeney se cabrea con él cuando le rebota una pelota de papel que lanza Warden contra el ventilador). Podría hablar de los 8 restantes, sin duda, pero no quiero excederme. Solamente apuntaré que siempre abro los ojos cuando a la hora de ver el reparto al iniciar una película identifico a alguno de los 12 titanes que forman parte de este film.

 

Guion: Citemos en primer lugar a Reginald Rose, que es el autor de este magnífico guion. El mismo está concebido para la televisión y aquí aprovecho para mencionar el "Estudio 1" que hizo Tve años más tarde de la presente película, con un reparto patrio que también quitaba el hipo, y que si bien no llega al nivelazo de la película, también es notable, con José María Rodero haciendo de Fonda y el gigante de José Bódalo haciendo de Cobb. Lo que eché de menos es que no lo readaptaran a lo patrio, y que Sancho Gracia, que hacía de Warden, no fuera forofo futbolero y aficionado de algún equipo nacional. Ya lo he advertido antes que quizás el final sea un poco previsible, pero la grandeza del trabajo de Rose estriba en que eso no te importa lo más mínimo. Es una película en la que el destino importa mucho menos que el viaje tan interesante que estás dándote, con todas las situaciones que se plantean y todos los puntos que se debaten y recrean en profundidad.

 

Factura técnica: Visualmente, no solamente por el asunto del blanco y negro, me da la impresión de que "Doce Hombres Sin Piedad" sea una película de cine negro; vean el decorado, con esas puertas, ese mobiliario, el enfoque malencarado de gran parte de los implicados, que se debata sobre un crimen, la femme fatale, que aunque no la vemos, se nos describe a la perfección... La fotografía es sensacional; en este sentido, hay que destacar el logro enorme de transmitirnos el calor asfixiante en el que se desarrolla la acción, prestando atención a esos primeros planos de los intérpretes con unos casi palpables gotarrones de sudor en la cara y rodalazos en sus prendas. Es una factura sobria, espartana y austera, pero que funciona y es adecuada con la situación.

 

ZONA SPOILER

 

-Resulta hilarante la conversación entre los Jacks sobre béisbol y cómo se toma Warden que Klugman no siga a los Yankees, sino a Baltimore. Casi es como cuando a los atléticos (probecitos nosotros), nos trolean los vikingos con sus chorrocientas copas de Europa. No en vano, de ahí en adelante Warden no le llamará por su nombre, sino que se referirá a él como "Baltimore".

 

-El momento en el que descarrila el personaje de Ed Begley mostrando sus prejuicios sociales de clase y en el que todos (sí, incluso Cobb), le van dando la espalda, todo ello rodado con un plano cenital que contempla toda la sala desde una esquina superior, es arrollador. Y más arrollador resulta Fonda, cuando al quedarse sin palabras Begley le dice que no vuelva a hablar más. Begley recoge el petate y se aisla en una mesita anexa (como si fuera un niño de colegio castigado por la profesora) y no vuelve a decir ni "mu" en lo que resta de película.

 

-Las dosis de humor también las pone Robert Webber con sus historietas de agencia de publicidad, que a casi nadie (por no decir nadie) enganchan. No deja de ser un torpe metepatas cuando le suelta a George Voskovec, que encarna a un relojero, que los mejores relojeros están en Europa. No pierdan de vista el ligero y sutil gesto de contrariedad de Voskovec; la película también está en estos pequeños detalles.

 

-Hay lugar para un momento de reflexión profunda de un siempre solvente Martin Balsam (el jurado nº 1 y presidente del mismo) cuando a Fonda le cuenta la historia de una remontada de un equipo del que es ayudante del entrenador y que se vio truncada por una lluvia torrencial que suspendió el partido. La tormenta veraniega que supone ese parón en la película, sin embargo, no va a frenar la remontada de Fonda.

 

-Cuando recrean el momento del apuñalamiento, resulta curioso ver como todos creen que en efecto Lee J. Cobb va a apuñalar a Henry Fonda, quedando Fonda totalmente impasible y Cobb respondiendo en un perfil muy bajo que nadie ha sido herido. Fonda reafirma que nadie ha sido herido y le pide que siga.

 

-Fíjense en el plano final de las escaleras y reparen en cómo sale cada uno de los jurados del juzgado. Una vez que la hayan visto por primera vez y reparen en la conversación de despedida entre Sweeney y Fonda, vean por ejemplo como Jack Warden sale escopetado para llegar a su asiento en el estadio de los Yankees (casi me lo imagino en el descanso del partido comentando lo del juicio con su vecino de asiento, en plan que qué coñazo ha tenido que soportar) o como Lee J. Cobb sale andando lento y plumbeo, pensando en cómo ha quedado desmontado y retratado ante esos 11 desconocidos.

 

-No hay reconciliación entre Fonda y Cobb. Aunque Fonda le ayuda a ponerse su americana, Cobb se marcha sin decir nada (ni siquiera le mira), totalmente humillado y pensativo. En este momento, por cierto, el giro de la banda sonora encaja a la perfección.

 

-Sigamos con el personaje de Jack Warden. Cuando decide cambiar su voto a inocente yo tengo la duda de si lo cambia en efecto para irse a ver a los Yankees o si eso no deja de ser una cortina de humo para no reconocer que en verdad está convencido de la inocencia del acusado por la labor de Fonda. Tampoco resulta muy lógico lo que hace el personaje de George Voskovec pidiéndole explicaciones de por qué ha cambiado el voto, cuando él unos minutos antes, ha rechazado dar explicaciones de su cambio a la petición o gesto afeado que le hace Lee J. Cobb.

 

-El epílogo 2, con el casting por turnos a base de ese primer plano de todos los jurados e intérpretes por orden, para homenajear a los 12, es algo que se ha utilizado en muchas películas, pero que pocas veces resulta tan efectivo como en la presente.

 

Escena favorita

 

-Me debato entre 2, que son los momentos en los que caen los antagonistas principales. Como ya he comentado en la zona spoiler la de Ed Begley, me voy a quedar con el momento en el que se produce ese monólogo de Lee J. Cobb (solamente interrumpido por ciertas acotaciones, repitiendo las últimas palabras de sus frases por parte de Fonda), completamente solo y acorralado, en el que termina por salir definitivamente a flote el trauma que atraviesa ese hombre al tener rota completamente la relación con su hijo. Antes, como a mitad de película, ya te hacía un avance sobre esa difícil relación padre-hijo, pero en el final es donde Lee rompe en cachitos la foto que tiene con su hijo en un tremendo ataque de ira, dándose cuenta al segundo de lo que ha hecho (me da la impresión de que al hacerla cachitos tan pequeñitos se quema a sí mismo los dedos de las manos con el roce y de ahí su mueca). Cobb rompe a llorar y da su brazo a torcer, reconociendo la no culpabilidad por falta de pruebas del acusado, al que quería más bien hacer pagar los platos rotos de su drama familiar. Es un final apabullante de película. El plano final de la sala de deliberación (con ese travelling que representa la mesa, cual campo de batalla tras acabar la contienda) y lo de las escaleras, no dejan de ser un epílogo, aunque también un glorioso epílogo.

 

Artículo escrito por Víctor Prats (DMR)

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